5. Gobernanza p2p mediante la creación de procomún
Tal y como hemos visto en el capítulo 4, la práctica del procomún puede brotar de muchas perspectivas y conductas sociales diversas. Pero ¿puede gobernar? ¿Podría hacerlo mejor que lo gobiernos actuales? ¿Podría coordinar mejor que el mercado? Estas son algunas de las grandes incógnitas que abordaremos en profundidad en la Parte III. Por ahora nos centraremos en explorar cómo la Gobernanza p2p funciona dentro de un común. El experto en derechos de propiedad Robert Ellickson ha descrito cómo los ganaderos del valle Shasta de California hacían frente a problemas como el de que su ganado se escapase de sus campos y entrara en las tierras de otros. Los propios ganaderos idearon normas sociales y reglas informales —lo que Ellickson denomina «orden sin ley»—.1 Por ejemplo, entre ganaderos vecinos existe la costumbre de pagar a medias los gastos de construcción y mantenimiento de una valla compartida. O bien pueden acordar que uno de los ganaderos aporte el material y que el otro la construya. O, si un ganadero posee una mayor cantidad de ganado a un lado de la valla, se aplica una norma orientativa de proporcionalidad para distribuir los gastos del vallado. Si un ganadero descuidado incumple la norma social de ir a buscar inmediatamente el ganado extraviado, la comunidad ganadera se encarga de hacer correr la voz para sancionarle y avergonzarle.
Es muy importante practicar a diario las dinámicas de Gobernanza p2p en un común ya que estas le proporcionan regularidad y estabilidad. También nos ayudan a concebir estructuras de gran magnitud como los comunes federados, el derecho y políticas de los comunes, infraestructuras, y asociaciones publiprocomunes, tal y como veremos en capítulos posteriores. A continuación, estudiaremos diez dinámicas de Gobernanza p2p que suelen estar presentes en comunes prósperos. Las siete primeras se basan en relaciones sociales e interpersonales. Las últimas tres nos muestran métodos para lidiar con el tema de la propiedad, el dinero y los mercados mediante la práctica del procomún.
Gobernanza p2p
Encauzar la diversidad hacia propósitos compartidos
Crear membranas semipermeables
Practicar la transparencia en un entorno de confianza
Transmitir saberes desinteresadamente
Tomar decisiones de forma comunánime
Partir de la heterarquía
Comonitorear y aplicar sanciones graduales
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Afianzar las dimensiones relacionales del tener
Discernir entre procomún y comercio
Financiar el Sustento Integral del procomún
Unas palabras sobre la gobernanza
En la jerga habitual, gobernanza se refiere generalmente al control que unos pocos ejercen sobre muchos mediante el Gobierno. El Gobierno ejerce autoridad y control sobre la gente a través de leyes aprobadas por asambleas legislativas, resoluciones dictadas por tribunales y políticas adoptadas por funcionarios y políticos diversos. Al fin y al cabo, la mayoría de la gente considera al Gobierno como algo distante y a menudo indiferente a las preocupaciones del pueblo. Es lo que un grupo de personas investidas de poder hacen a otro grupo de personas y para ellas, a veces contando con su participación y consentimiento, y a veces no. Pero gobierno y gobernanza son cosas muy distintas. Podríamos decir que en los comunes hay gobernanza, pero no hay Gobierno (en el sentido del órgano ejecutivo del Estado).
Mientras reflexionábamos acerca de cómo funciona la coordinación en un común, dudábamos si el término gobernanza era el más apropiado, ya que está íntimamente relacionado con la idea de que los intereses colectivos prevalecen sobre la libertad individual. Esta percepción de antagonismo está tan profundamente arraigada que resulta difícil imaginar una solución satisfactoria para tal conflicto. Pero sí existe una solución: comprender las necesidades individuales al abordar las necesidades colectivas. La supuesta dualidad entre lo colectivo y lo individual puede solventarse si la autoridad se comparte entre todos los afectados por las decisiones. La autoridad, el poder y la responsabilidad de su ejecución se distribuyen entre personas específicas y cada una de ellas tiene la oportunidad de debatir y participar en la toma de decisiones.
Por eso preferimos llamarlo Gobernanza p2p en lugar de gobernanza a secas. Indica un proceso constante de diálogo, coordinación y autogestión. Reconocer que los individuos son agentes activos en un proceso colectivo en vez de adversarios que compiten por el control de una tercera entidad (el Gobierno) permite que germine un tipo de gobernanza más fiable. Puede que los ciudadanos de un Estado nación sean soberanos en teoría (como afirma la primera línea de la constitución estadounidense: «Nosotros, el pueblo…»), pero esa soberanía suele delegarse, con mínima supervisión y rendición de cuentas, a asambleas representativas y a burocracias rígidas y formalistas. ¡No es de extrañar que el pueblo perciba el Estado como algo hostil y completamente ajeno! En un común, sin embargo, la gobernanza suele responder a necesidades y realidades inmediatas.
La Gobernanza p2p consiste en una hábil dialéctica política entre cultura y estructura. Antes de poner en práctica las motivaciones y aspiraciones compartidas de los comuneros, y con el fin de protegerlas y fomentarlas, es necesario que cuenten con una estructura cimentada en el derecho, la organización formal y las finanzas. Pero también hay que dejar suficiente margen para que broten la creatividad individual, la deliberación y la acción, lo que a su vez reforzará esas estructuras de derecho, organización y finanzas que hacen que un común prospere. Un común necesita estructuras organizacionales y regularidades claras para ser coherente y duradero. La vitalidad y adaptabilidad de los comunes dependerán de la existencia de un espacio que celebre la improvisación, la flexibilidad y la innovación creativa. Podemos consolidar lo informal y lo creativo mediante una estructura que les sirva de apoyo y les imparta restricciones, sin llegar a ejercer un control total sobre ellos. Los comuneros han de hallar el «punto exacto»2 de ajuste en esta interacción entre estructura y cultura.
El secreto de la Gobernanza p2p reside precisamente en saber calibrar esta interacción entre cultura y estructura. Para ilustrar este punto, en este capítulo presentaremos los patrones específicos que contribuyen al buen funcionamiento de los comunes. En primer lugar, ¿cómo se origina la Gobernanza p2p y cómo madura hasta convertirse en un organismo social estable y creativo? ¿Hay algún proceso de desarrollo general que lo propicie? Creemos que no lo hay, pero podemos identificar ciertos patrones que nos ayudarán a entender cómo se mantiene un común. No tendría sentido ofrecer fórmulas prescriptivas para la Gobernanza p2p porque no funcionarían en sistemas complejos. Un común no se fabrica simplemente reuniendo a un grupo de personas, adoptando ciertos valores y aplicando ciertas reglas y estrategias para garantizar su cumplimiento. Seguir los ocho célebres principios de Elinor Ostrom puede ser de mucha ayuda,3 pero no es suficiente. Los principios no contienen instrucciones para responder de manera flexible a todo cuanto sucede en sistemas dinámicos. Por eso mismo, nuestro análisis de la Gobernanza p2p va, en muchos sentidos, más allá de las directrices de los principios de Ostrom. Lo primero que hicimos fue estudiar todo tipo de comunes contemporáneos —sociales, digitales y urbanos, entre otros—, no solo comunes basados en recursos naturales. También tratamos de profundizar en la dimensión económica de la gestión de recursos y su distribución, y enfatizar su dimensión social. Todo análisis de la gobernanza de un común debe tratar sin tapujos la cuestión de las amenazas sistémicas que suponen el poder del Estado y el mercado, por lo que consideramos la Gobernanza p2p como una forma de soberanía política y moral que funciona como contrapunto al Estado/Mercado.
La Gobernanza p2p ha de ser un proceso de desarrollo en sí mismo, un proceso vivo. Por lo tanto, en lugar de ofrecer una serie de fórmulas prescriptivas, nuestros patrones se basan en directrices de procedimientos que permiten que un común se desarrolle poco a poco, de manera adaptable, de la misma manera en la que el adn aporta instrucciones generales, pero no estrictas, para el desarrollo y la diferenciación autónomos de un embrión.
Así que las malas noticias son que no existe ninguna plantilla, ningún remedio milagroso. La Gobernanza p2p no es un proceso prescriptivo o normativo que sirva para fabricar comunes o gestionar recursos. Pero las buenas noticias son que la Gobernanza p2p es un proceso generativo, un medio fiable mediante el que los comuneros pueden establecer relaciones vivas y auténticas entre ellos, y de camino, cultivar comunes coherentes y estables.
Esta idea concuerda con las ideas de Christopher Alexander de cómo crear ambientes vidalizados y duraderos. Según Alexander, un proceso que genera vida ha de ser, en sí mismo, un proceso vivo: es «la ÚNICA manera, en mi opinión, de generar o construir comunidades verdaderamente vivas. No pueden crearse estructuras vivientes […] con la fuerza bruta de los diseños. Debe proceder de un programa generativo, es decir, de un proceso generativo ya existente en el proceso de producción social, de manera que […] la concepción, planteamiento y diseño detallado de su estructura y material se desplieguen, poco a poco, en el TIEMPO [énfasis en el original].»4
Obviamente, las estructuras formales son imprescindibles, pero los procesos vivos, que tienen sus propias regularidades, son el corazón de los comunes. La práctica del procomún es el proceso exploratorio a través del cual los comuneros detectan sus necesidades e inventan sistemas específicos para su sustento y gobernanza. Las personas están de ese modo empoderadas para recurrir a su propio conocimiento con el fin de identificar sus problemas. Asimismo, han de convivir con ambigüedades e incertidumbres, y mostrar la fuerza creativa necesaria para desarrollar soluciones justas y eficaces.
La Gobernanza p2p tiene un final abierto. Es imposible conocer de antemano sus propiedades o modo de ejecución. Sin duda, esta idea no complace a la sensibilidad moderna, que siempre trata de anticipar instrucciones detalladas para llevar las cosas a la práctica. Los principales objetivos de los sistemas modernos son la uniformidad y la simplicidad, en beneficio de la eficiencia y la credibilidad política. En su libro Seeing Like a State (Ver como un Estado), James Scott realiza un análisis brillante sobre el papel que juega todo esto en el ejercicio del poder estatal. Los sistemas modernos consideran los índices predefinidos, los métodos de medición y el conocimiento experto como prerrequisitos para un control eficiente. Las categorías formales de pensamiento y las políticas oficiales tienden a cobrar vida propia, volviéndose más reales que las realidades terrenales verdaderas.
Un claro ejemplo es el requisito de la Unión Europea de que sus Estados miembros mantengan un déficit presupuestario de un tres por ciento inferior al Producto Interior Bruto (pib), con la supuesta finalidad de asegurar que los Gobiernos gestionen sus economías prudentemente. Resulta que este mágico número presupuestario fue inventado por dos funcionarios franceses en 1981.5 El entonces presidente francés, François Mitterrand, en un intento de mantener bajo control los índices de déficit de su país, había pedido a su departamento de presupuesto nacional que pensara en alguna regla simple, pero económicamente creíble, que ayudara a refrenar los gastos del Gobierno. Al parecer, François Mitterrand les pidió expresamente que idearan «una especie de regla simple que exudase competencia económica». A los dos funcionarios se les ocurrió la idea del déficit presupuestario a un máximo del tres por ciento del pib como regla aproximada de responsabilidad fiscal. Uno de ellos declaró que «en ese momento, íbamos de cabeza hacia a un déficit de cien mil millones de francos, lo que equivalía a un 2,6% del pib. Así que pensamos: un 1 % de déficit sería muy duro e imposible de conseguir. Un 2 % supondría mucha presión para el Gobierno. Así que nos decidimos por un 3 %».
En otras palabras, el criterio para el déficit presupuestario es puramente circunstancial y carece de base teórica o fundamento. De hecho, el expresidente del Banco Federal Alemán, Hans Tietmeyer, ha confirmado que el índice del tres por ciento es «difícilmente justificable … en términos económicos». Sin embargo, tras su éxito en mantener bajo control los déficits franceses durante varios años, la Unión Europea decidió adoptarlo también. A pesar de no tener base teórica, el índice del tres por ciento se ha convertido en un símbolo irrevocable de rectitud fiscal en los últimos treinta años. El porcentaje fue consagrado en el Tratado de Maastricht por el que se originó la Unión Europea en 1992, y políticos y economistas conservadores lo citan en innumerables pronunciamientos. Únicamente tres Estados miembros han conseguido cumplir este estándar entre 1999 y 2015,6 evidenciando la facilidad con la que un índice (en este caso, inventado) prevalece frente al saber situado del pueblo y su capacidad para reaccionar.
Los comunes y la Gobernanza p2p no solo deben desarrollarse gradualmente sino que además deben enfrentarse a multitud de incertidumbres que no se pueden prever. Una cultura basada en la confianza y la transparencia necesita tiempo para engendrar un entramado de relaciones. Hay que crear rituales y las costumbres tienen que madurar hasta convertirse en tradiciones. Por lo tanto, es de vital importancia que los comuneros decidan conscientemente cómo redactar sus sistemas de gobernanza.
Este proceso no es ni aleatorio ni exacto. Y aun así, posee ciertas regularidades. Es como hacer una hoguera al aire libre: no hay una única forma universal y correcta para hacerlo, pero hay ciertos pasos a seguir en un orden determinado. Primero hay que recoger materiales inflamables de varios tamaños —leña, astillas, yesca— y disponerlos de manera que el material que arda más fácilmente, la yesca, propague el fuego hacia los materiales de mayor tamaño. Es necesario producir una chispa a partir de una cerilla, una llama o cualquier otro medio. El fuego debe estar contenido en un recipiente (un fogón, un círculo de rocas, una parrilla) y debe haber suficiente oxígeno y ventilación. Los detalles variarán de un bosque norteño, donde hay abundancia de madera, a un desierto, donde el material inflamable es escaso. Y por supuesto, los resultados —una fogata crepitante, un fuego apropiado para cocinar o simples ascuas— también variarán. Lo importante es que, a pesar de las muchas formas en las que se puede encender un fuego y los diferentes resultados que obtengamos, los patrones básicos siguen siendo los mismos.
El proceso para establecer la Gobernanza p2p funciona del mismo modo: hay algunos patrones generales a seguir, pero también muchas variables idiosincráticas en la puesta en práctica. Normalmente los comunes nacen de motivaciones o aspiraciones compartidas —la necesidad de los granjeros de irrigar sus cultivos, el deseo de los programadores de software de disponer de un programa de mapeo fácil de usar y que se pueda compartir, o la necesidad de los pescadores de velar por un acceso equitativo a las pesquerías—.
Sea cual sea el problema específico en un determinado común, el enfoque plausible para solucionarlo debe surgir del proceso de aunar las diferentes perspectivas del grupo. Aunque en las etapas iniciales de un común todavía no existan estrategias ni soluciones a las que recurrir, debe haber al menos una chispa y un torrente de ideas que avive el interés y la motivación. La gente estará más comprometida e involucrada si siente que el proceso resuena con sus necesidades y contexto. No obstante, debe existir algo que les anime a autogestionarse y a alinear sus intenciones y acciones.7 Esto podría ser la necesidad de sobrevivir, el deseo de reconectar con ecosistemas locales, una alternativa atractiva a los mercados extractivos o el reclamo de una cooperación justa, entre otros muchos factores.
Patrones de Gobernanza p2p
A lo largo de nuestras andanzas analíticas por la infinidad de comunes existentes, logramos identificar diez patrones de Gobernanza p2p. Además de ayudarnos a establecer sistemas de deliberación y coordinación más transparentes y dignos de confianza, estos patrones nos explican la eficacia práctica de los comunes como sistemas de gobernanza, sobre todo en comparación con el mercado y el Estado nación. Por lo general, el buen funcionamiento de un común se debe a que las personas son capaces de compartir la autoridad y responsabilidad y prevenir concentraciones abusivas de poder. La Gobernanza p2p alienta a compartir conocimientos abierta y frecuentemente, con objeto de que las mejores ideas y la sabiduría colectiva afloren. Los comunes precisan de sistemas definidos de monitoreo, sanciones y cumplimiento que los protejan de los oportunistas, los vándalos y los cercamientos sistemáticos.
Pero ante todo, los comuneros deben encontrar el modo de evitar que los derechos de propiedad individual y el afán por el dinero arruinen sus dinámicas de grupo. Por esta razón, es necesario que los comuneros desarrollen técnicas para relacionalizar la propiedad (tema que exploraremos en el Capítulo 8). Lidiar con los mercados y el capital conlleva retos de gobernanza similares. No hay común que pueda sobrevivir una vez que las normas comerciales han conseguido colonizarlo, por eso la Gobernanza p2p se esfuerza por Discernir entre procomún y comercio.
Procedamos a estudiar cada uno de estos patrones en profundidad.
Encauzar la diversidad hacia propósitos compartidos
Practicar el procomún no consiste únicamente en reunir a un grupo de personas de mentalidad afín o bienintencionadas que deseen aprender. Es un sistema social cuyo desarrollo precisa que deliberemos y forjemos vínculos sociales con el paso del tiempo. La gente suele albergar todo tipo de ideas y motivaciones diferentes, ya que las personalidades y las experiencias varían. La Gobernanza p2p, llevada con astucia, puede aunar distintos puntos de vista. No existe equivalente a este proceso porque sin él la gente acabaría comprometiéndose a una idea abstracta e imaginaria sobre el futuro, que podría no reflejar sus verdaderos sentimientos, necesidades y posibilidades factibles.

ENCAUZAR LA DIVERSIDAD HACIA PROPÓSITOS COMPARTIDOS.
Esta es una de las ideas fundamentales de las organizaciones indígenas y no indígenas que fundaron Unitierra: la Universidad de la Tierra en Oaxaca (México). Es una «universidad desinstitucionalizada», fundada por comuneros para comuneros que no creen en puestos oficiales y jerarquías.8 Los fundadores de Unitierra opinan que los propósitos compartidos y objetivos comunes son conceptos inútiles, y que lo que realmente importa es no solo la acción sino la acción conjunta. Gustavo Esteva, creador intelectual y anciano de Unitierra, nos explica que en los comunes la gente a menudo cuenta con propósitos compartidos que les motiva a actuar colectivamente, pero estos no tienen por qué estar presentes desde el principio. En Unitierra, la gente evita «precipitarse»9 y anunciar de antemano adónde imaginan que quieren llegar. Lo que hacen es «tomar impulso desde las bases y recurrir al pasado» y a las experiencias y motivaciones de todos.
Con el tiempo, la práctica del procomún acaba haciendo brotar un propósito compartido. No tiene por qué ser evidente o predecible desde un principio. Una comunidad consciente puede tener propósitos y valores compartidos desde sus inicios, pero lo más habitual es que sea un grupo colorido en el que las personas aprendan juntas a caminar, correr y luego bailar. El proceso es aun más fácil si la gente habita un espacio compartido o depende del mismo río o bosque. Compartir las mismas aspiraciones —sacar el máximo rendimiento de las cosechas, fomentar el intercambio local y la mutualización, velar por el intercambio de información— también puede impulsar el espíritu de cooperación y solidaridad. En cualquier caso, los propósitos compartidos no deben darse por sentado en un común. Sin embargo, pensamos que tales propósitos deben haber sido, al menos, identificados y aclarados antes de pasar a la acción.
Henry David Thoreau, el ensayista y poeta americano, realizó una bella descripción de este proceso: «Si has levantado castillos en el aire, tu trabajo no tiene por qué haber sido en vano; ahí es donde debieran estar. Ahora construye los cimientos». Aunque a menudo esto se considera un idealismo extravagante, la verdad es que es una descripción muy apropiada de cómo se forma una idea y luego se hace realidad mediante la ardua tarea de reunir a distintas personas bajo un consenso general. El objetivo principal es respetar la individualidad de los diversos miembros a la vez que se forja una ética de solidaridad. Este punto es de vital importancia ya que los comunes, como cualquier otro ecosistema, precisan variedad para su buen funcionamiento.
Los orígenes de la Gobernanza p2p
La Gobernanza p2p en un común puede desarrollarse de diversas maneras, pero los tres métodos más habituales son atracción espontánea, tradición y diseño consciente.
Atracción espontánea. Tal y como hemos descrito antes, un pequeño grupo de amigos en el barrio de Kumpula en Helsinki se reunió para debatir cómo concienciar a la gente sobre el cambio climático. Como si hubiesen sido guiados por una musa colectiva, tomaron la entusiasta decisión de iniciar un «intercambio de créditos» para intercambiar servicios los unos con los otros.
La idea adquirió tal popularidad en tan poco tiempo, que para 2014, unas 3 000 personas se habían unido a una red conocida como Banco de Tiempo de Helsinki.10 Esta es la vía más habitual por la que se origina y mantiene un común: alguien detecta un problema y se le ocurre una solución constructiva, entonces se da cuenta de que le es útil a muchas otras personas que se hallan en circunstancias similares. Muchos grandes proyectos digitales fueron concebidos por iconoclastas que querían hacer algo diferente y que invitaron a otros a unirse a su causa. En 1991, Linus Torvalds, un estudiante de informática finlandés de veintiún años, decidió crear su propia versión libre de Unix, un sistema operativo muy complejo. En unos pocos meses, cientos de hackers se habían concentrado para construir Linux, incluidos aquellos aquellos que apoyaban el proyecto de software libre gnu iniciado por Richard Stallman. En pocos años, miles de programadores habían unido fuerzas para crear un sistema operativo a nivel mundial que por entonces ya rivalizaba con Windows® de Microsoft y otros sistemas patentados. Algo muy parecido ocurrió cuando Jimmy Wales desarrolló el concepto inicial para Wikipedia, un proyecto mundial que incitó a miles de personas a contribuir, sin ningún tipo de incentivo monetario, a la elaboración de una enciclopedia libre. Ahora mismo hay 299 versiones de Wikipedia, desde el albanés hasta el tarantino (un dialecto italiano), pasando por el waray (el quinto idioma regional más hablado en Filipinas).
Tradición. Los propósitos y valores compartidos también se consolidan tras décadas o siglos de prácticas consuetudinarias. Durante el siglo xv en Valais (Suiza) los granjeros construyeron un sistema de canales de irrigación para llevar el agua de las montañas a sus campos.11 Existen sistemas de irrigación similares por todo el mundo, como las acequias, waale, faladji, quanats, johad, etc. Todos dependen de tradiciones cooperativas de administración de agua, así como de normas establecidas para una distribución justa del agua entre granjeros. En la isla surcoreana de Jeju, una variopinta comunidad de mujeres buceadoras (desde diecisiete hasta más de setenta años de edad) practican el arte tradicional de recolectar moluscos y crustáceos a más de veinte metros de profundidad con la única ayuda de un cuchillo o un simple anzuelo de hierro. Estas mujeres, a las que se les llama haenyeo, pueden aguantar hasta tres o cuatro minutos bajo el agua sin ningún suministro de oxígeno gracias a técnicas de respiración parecidas a las de las ballenas y las focas. Las haenyeo no solo bucean juntas (por motivos de seguridad), sino que transmiten su sabiduría a la siguiente generación como una forma de vida culturalmente valiosa y ecológica de alimentar a sus familias.12 Como en este caso, el gran poder de los comunes antiguos reside en las costumbres ancestrales de respeto hacia un determinado bosque, pesquería, río, pasto, etc.
Diseño consciente. Cuando un grupo de desconocidos se alían para colaborar, un sistema diseñado deliberadamente puede hacer brotar propósitos y valores compartidos. Una carta social es una herramienta muy útil, pues puede plasmar las ideas fundamentales y las prácticas de trabajo y ayudar al grupo a constituirse a sí mismo. (Más información sobre cartas/estatutos en el Capítulo 10.) Otras comunidades han descubierto que las plataformas digitales pueden conformar un común. Un notable pionero en este campo es Enspiral, una red de emprendedores sociales en Nueva Zelanda que desarrollaron Loomio, una plataforma para deliberar y tomar decisiones. Loomio ofrece una serie de opciones organizadas con las que un grupo puede proponer nuevas ideas, debatirlas, modificarlas y aceptar o rechazar las acciones propuestas. Enspiral también ha desarrollado CoBudget, un sistema de software colaborativo para ayudar a la gente a llevar la contabilidad de presupuestos compartidos y distribuir el dinero para las propuestas de sus miembros.13
Diseñar una plataforma tecnológica para facilitar la gobernanza es un reto peliagudo. Los libertarios, por su parte, parecen pensar que pueden incorporar sus valores y normas al diseño de una plataforma tecnológica y así evitar los desacuerdos que los seres humanos inevitablemente tenemos a la hora de gobernarnos a nosotros mismos. Por ejemplo, los diseñadores de algunas divisas digitales como el bitcoin a menudo se equivocan al creer que la gobernanza no sirve para nada y es opresiva, y que la autenticación segura de una divisa digital es suficiente para incrementar la libertad de los libertarios.14 Las feroces disputas sobre el futuro del diseño de blockchain que tienen lugar en los círculos de Bitcoin demuestran lo contrario. La gobernanza en la vida real, las prácticas sociales y la cultura juegan un papel imprescindible y permanente en cualquier sistema, a pesar de la considerable influencia estructural de los diseños de software.
Crear membranas semipermeables
Volvemos a insistir en el hecho de que los comunes necesitan protección. Las investigaciones académicas de campo han confirmado la necesidad de poner límites. El primero de los famosos ocho principios de Ostrom para un común próspero es «límites claramente definidos», que son muy necesarios para delinear las restricciones del sistema de recursos y la membresía. Aunque estamos de acuerdo en que los límites son esenciales para la custodia efectiva de un común, creemos que membrana semipermeable es un término más apropiado. Al fin y al cabo, lo importante no es establecer un sistema herméticamente cerrado que pueda excluir a todo el mundo para que solamente sus miembros puedan apoderarse de los recursos —que es precisamente el objetivo de la ley de propiedad y de los «bienes club» (tal y como los llaman los economistas)—. Lo importante en un común es excluir influencias que socaven la Lógica Ubuntu, a la par que mantenerse abierto a energías vitales que crean valor y lo sustentan.

CREAR MEMBRANAS SEMIPERMEABLES
Por lo tanto, los comuneros deben encontrar el modo de lidiar con esta paradoja: proteger los comunes contra las amenazas capitalistas que quieren cercar su riqueza y al mismo tiempo nutrirse de la abundante diversidad de la vida. Los comuneros lo logran hábilmente al crear membranas semipermeables a su alrededor como las que posee cualquier otro organismo. Las membranas semipermeables seleccionan lo que se admite en un común y lo que no, de la misma forma que elegimos nuestros alimentos y las relaciones que nos nutren. Un común debe permanecer abierto a todos los nutrientes externos que puedan fortalecerlo en su integridad.
Esto guarda gran relación con la habilidad de generar un nuevo sistema de valor que pueda crecer y protegerse. Si el capitalismo se basa en acumular y centralizar la riqueza, los comunes recurren a sus membranas semipermeables para interactuar de forma segura con el mundo exterior. De este modo capturan y almacenan los flujos de energía en cuencas, de acuerdo al lenguaje de la permacultura. Joline Blais, experta en medios de comunicación y diseñadora de permacultura, explica:
Las cuencas son sistemas para almacenar cantidades decisivas de un recurso necesario, como el agua o la tierra o minerales, con la finalidad de que proliferen sistemas de autogestión (es decir, formas de vida) en el entorno. Algunos ejemplos naturales son el sol, las plantas, los hidratos de carbono, las masas de agua, la energía geotérmica y las placas tectónicas.15
La vida brota cuando hay suficientes corrientes de energía. Eso es precisamente lo que los comunes tratan de conseguir: crear cuencas para la autogestión de la vida. Así que en lugar de concebir los comunes como sistemas cerrados de propiedad común administrados por un «club», es más productivo verlos como organismos sociales que, gracias a sus membranas semipermeables, pueden interactuar con fuerzas vitales mayores: comunidades, ecosistemas y otros comunes.
Esto recuerda a cómo la barrera hematoencefálica separa la sangre que circula por nuestros cuerpos del líquido cefalorraquídeo del sistema nervioso central. La barrera hematoencefálica permite el paso al agua, a algunos gases y a moléculas liposolubles, así como el transporte selectivo de moléculas tales como la glucosa o aminoácidos que son cruciales para la función neural. Pero hay un detalle crítico, y es que cierra el paso al cerebro a posibles neurotoxinas.
Todo común necesita una membrana así de eficaz que permita el paso a sustancias beneficiosas mientras excluye las neurotoxinas que puedan dañar su sano funcionamiento. El impacto social que el dinero ejerce en una comunidad —quién se beneficia de él, para qué propósitos se utiliza, la distorsión de las relaciones que puede conllevar— es quizás el mayor peligro en un común (ver DISCERNIR ENTRE PROCOMÚN Y COMERCIO, págs. 170-175). Vivir en una sociedad capitalista a menudo nos impide desligarnos del poder del dinero y las relaciones de mercado. Una membrana semipermeable puede ayudar a un común a prevenir que los mercados lo colonicen y destruyan, y a que los comuneros protejan de manera eficiente su riqueza viva (no mercantilizada).
Practicar la transparencia en un entorno de confianza
Podría decirse que hay dos tipos de transparencia: la transparencia legal que las democracias liberales necesitan para garantizar la responsabilidad oficial, y la transparencia real que solo se da cuando las personas se conocen y confían unas en otras. La transparencia real va más allá de la gestión responsable oficial basada en autoridad formal y protocolos, o sea, cubrirse las espaldas, en sentido burocrático; consiste en mostrarnos vulnerables y compartir sentimientos genuinos. Cuando hay que tomar una decisión difícil en un combate, por ejemplo, o si un general de alto rango da una orden que a sus subordinados les parece problemática, ¿a quién deberían obedecer, al oficial superior en la cadena de mando o a sus compañeros más cercanos a quienes conocen y en quienes confían? En política y en burocracia, la transparencia es más una farsa formal que un cándido intercambio de conocimiento, ya que cualquier cosa que se comparta puede ser y será usada contra nosotros. Por lo tanto, lo normal es una exposición mínimamente aceptable.

PRACTICAR LA TRANSPARENCIA EN UN ENTORNO DE CONFIANZA
La transparencia real es mucho más trascendental precisamente porque penetra el barniz de los roles y las reglas formales. Es una de las razones por las que la práctica del procomún no solo constituye todo un desafío, sino que también es una fuerza transformadora con un efecto muy profundo y personal. Stefan Brunnhuber, un destacado economista y terapeuta clínico, argumenta que los enfoques racionales y discursivos, por sí solos, no bastan para entender del todo las transformaciones culturales ni alcanzarlas. Brunnhuber advierte que «tratar de reducir la complejidad aumentando la transparencia [con una mera exposición de información] o simplificando los procedimientos, será de poca ayuda.» Lo que hace falta es «una práctica psicosocial distinta».16
Y la creación de procomún es esa práctica. Nos permite afrontar el hecho de que la transparencia no puede simplemente organizarse, tiene que sentirse. Dejarlo todo en manos de estructuras organizacionales o de la sinceridad no es suficiente para abordar problemas culturales y del corazón. O, tal y como lo expresa Brunnhuber, «Tenemos que lidiar con la complejidad a través de las emociones».17 Esto también se aplica a la complejidad que surge de la práctica misma del procomún. Esta perspectiva nos ayuda, una vez más, a comprender la importancia del diálogo continuo que debe tener lugar entre estructura organizacional y cultura. En definitiva, en asuntos de cultura no podemos depender de la estructura. La transparencia no consiste solo en acuerdos y procedimientos legales, sino también en prácticas sociales que refuerzan la confianza entre personas.18
La red de cooperativas venezolanas Cecosesola practica una cultura de confianza tan profunda que la gente se presta a expresar y recibir duras críticas, siempre en un clima de gran respeto y afecto (ver págs. 205-207). Este tipo de Transparencia en un entorno de confianza es esencial. Es el único modo de suscitar información fiable —y en parte embarazosa— mientras se fomentan relaciones interpersonales sólidas. Un común precisa de valoraciones honestas y sabiduría, no solo de profesionalismo impecable.
Por supuesto, en la mayoría de los grupos y redes, los comportamientos inapropiados y la formación de grupitos pueden dificultar o imposibilizar la tarea de fermentar una confianza sólida, por no mencionar una actitud abierta y transparente. Por sí solo, el tamaño reducido de un grupo no es garantía de confianza ni transparencia, pero combinado con otros patrones de Gobernanza p2p —como por ejemplo, TRANSMITIR SABERES DESINTERESADAMENTE y PARTIR DE LA HETERARQUÍA— aumenta las posibilidades. De ese modo, la práctica del procomún puede ser un éxito constante.
Transmitir saberes desinteresadamente
El acto de compartir conocimientos (o su pariente cosificado, la información), presente en todos los comunes, no es tan solo una buena obra. Es un instrumento crucial con el que la gente genera su propio orden social. Así es como las comunidades online, por ejemplo, desarrollan software gratuito y de código abierto. Christopher Kelty, un historiador cultural de este submundo, sostiene que debemos ir más allá del argumento básico de que «compartir es una condición natural de la vida humana». La cuestión es mucho más enrevesada, y explica: «Compartir produce su propio orden moral y técnico, es decir, que ‘la información hace que la gente ansíe libertad’ y la manera en la que la ansían está relacionada con cómo se crea y circula esa información (énfasis nuestro).»19

TRANSMITIR SABERES DESINTERESADAMENTE
Los primeros proyectos en desarrollar código compartido —como el sistema operativo Unix que acabó convirtiéndose en Linux— son prueba fehaciente de que compartir conocimientos es un proceso generativo en sí mismo. El proceso de compartir información hace brotar sistemas sociales complejos. Según Kelty, «el hecho de que los geeks [obsesos de la informática] suelan referirse a ‘la filosofía Unix’ implica que Unix ya no es solamente un sistema operativo, sino que también es una manera de organizar las complejas relaciones de la vida y el trabajo a través de medios técnicos…»20 Unix y Linux son fruto de una economía relacional generativa.
Los circuitos específicos por los que se comparte el conocimiento definen el carácter de un común: la diversidad de sus contribuyentes, su saber hacer y sus distintas maneras de saber, los criterios para validar estos, los métodos que la gente emplea para absorber y emplear el conocimiento explícito y tácito, etc. Todo eso es crucial. Por supuesto, cada común lo hace a su manera. El método más conocido para compartir conocimientos es la reunión, o la asamblea general en grupos más numerosos. Ya hemos visto que Cecosesola entiende las reuniones como encuentros vagamente estructurados en los que se estrechan vínculos y se intercambian conocimientos. Sin embargo, las reuniones sí tienen una estructura y su objetivo es facilitar y ampliar el proceso de compartir ideas con el resto del grupo, a fin de pensar y adoptar decisiones colectivas sabias. Esto también incluye decisiones sobre cómo dosificar el uso de los recursos y distribuir los beneficios.
En ambientes donde la gente no puede llegar a conocerse íntimamente (debido al tamaño del grupo), muchos comuneros optan por reunirse y compartir información a través de un proceso conocido como estigmergia, una especie de intercambio situado de información que ofrece «a la vez estímulo e instrucciones para la próxima tarea».21 Las raíces griegas de la palabra estigmergia significan «incitar al trabajo»; es un concepto clave empleado por la ciencia de la complejidad para describir cómo unas sencillas reglas en sistemas distribuidos pueden producir una inteligencia colectiva formidable. Pensemos en cómo las hormigas buscan alimento, cómo van dejando feromonas por todo el camino —dejan un rastro, una seña de información— para que sus compañeras puedan seguir su huella y encontrar comida. La estigmergia permite que muchos descubrimientos se compartan rápida y ampliamente, estimulando reacciones inmediatas y autogestión distribuida, sin necesidad de una dirección centralizada. Las termitas usan aprendizaje y coordinación estigmérgicas para construir sus complejos nidos sin la ayuda de ningún diseñador ni supervisor. Dado que las termitas comparten información y adaptan su comportamiento de inmediato, la coordinación es horizontal, asíncrona e irregular.
La estigmergia es una forma de compartir información, decisiones y responsabilidad entre grupos amplios y diversos, en los que fomenta una coherencia, aprendizaje y acción eficaces, incluso a distancia. Los famosos enlaces en rojo que encuentras en muchas páginas de Wikipedia —esos que te llevan a entradas que aún no han sido escritas— indican a los colaboradores de Wikipedia que hace falta más información e invitan a suministrarla. Una simple seña puede impulsar la coordinación estigmérgica a gran escala, contribuyendo al crecimiento de un complejísimo corpus escrito —el pluriverso de Wikipedia. Otro ejemplo es la coordinación colectiva de los voluntarios del Equipo Humanitario de OpenStreetMap. Cuando ocurre una catástrofe natural como la del terremoto que asoló Haití en 2014, voluntarios con conocimientos de tecnología se agrupan para crear detallados mapas online que ayuden al personal de auxilio a localizar fuentes de agua, comida y atención médica.22 Los usuarios comparten información u optimizan los mapas, desencadenando una avalancha de mejoras. En poco tiempo, gente de aptitudes muy diferentes que vive en distintos puntos del mundo crean un mapa digital más preciso y rápido que muchos otros mapas creados por equipos de profesionales.
Velar por que la información y el conocimiento siempre fluyan por todas partes —con un mínimo de obstáculos— es el reto más difícil de la Gobernanza p2p. Esto genera circuitos sociales de comunicación y coordinación que, con el tiempo, favorecen la aparición de un orden de cosas basado en los comunes.
Tomar decisiones de manera comunánime
Es fundamental que los comuneros contribuyan con su opinión a desarrollar las reglas que los gobernarán. Independientemente de la multitud de formas de participación directa que existan, los comuneros deben en todo momento dar su opinión sobre la Gobernanza p2p y su consentimiento ante las decisiones tomadas. Este patrón se parece al tercer principio de Ostrom: «La mayor parte de los afectados por las reglas de funcionamiento pueden participar en la modificación de dichas reglas.»23

TOMAR DECISIONES DE MANERA COMUNÁNIME
Los métodos más habituales para tomar decisiones en pequeños grupos son el debate y la conversación en círculo. Este método se emplea en los panchayat, o consejos municipales de la India, que administran los bosques comunales y las tierras de labranza. Ciertos comunes están gestionados por comités directivos o personal de coordinación, por lo que cuentan con menos participación directa. Algunos ejemplos son los consejos de libre acceso de las revistas académicas como la Public Library of Science, la administración de los bancos de tiempo, algunas granjas de agricultura sostenida por la comunidad (asc), y fundaciones directamente asociadas con proyectos de software de código libre. De todos modos, incluso los comunes controlados por algún tipo de administración central suelen ser conscientes de la necesidad de consultar a los afectados por las decisiones.
Mantener las tradiciones es una manera de aceptar las reglas de forma tácita. Algunas prácticas consuetudinarias equivalen a un consentimiento genérico. Esta medida no es siempre progresista, pero consigue inscribir las reglas de Gobernanza p2p en la cultura. Los granjeros que irrigan sus campos en Bali, por ejemplo, han superado los brotes de plagas y la escasez de agua mediante el cumplimiento de rituales religiosos en fechas concretas. Según las prácticas de irrigación subak 24 (subak significa comunidad de riego), los campesinos coordinan el cultivo del arroz a través de la celebración de ciertos rituales. Plantan el arroz en momentos diferentes para evitar agotar el agua o provocar la escasez, pero cosechan el arroz a la vez, minimizando la proliferación de plagas. Esta sincronización de prácticas sociales, religiosas y ecológicas funciona como una especie de sistema de consentimiento y coordinación.25 Los sacerdotes de los templos del agua supervisan su gestión, interpretando la filosofía Tri Hita Karana, que integra las relaciones entre las personas, la Tierra y lo divino. Lo que la mente occidental interpreta como conservadurismo religioso o extrañas tradiciones, en realidad proporciona una solución exquisitamente coordinada para los problemas ecológicos. Es interesante apreciar cómo estas decisiones no se toman sino que son el simple resultado de un proceso consuetudinario.
No obstante, muchos contextos requieren un proceso de toma de decisiones explícito. En estos contextos, los criterios por los que se rigen las decisiones son tan importantes como el proceso en sí. A pesar de la creencia de que el consenso es la opción más apropiada dentro de los comunes, o que todo el mundo tiene que estar de acuerdo con todo, a menudo no existe tal armonía. De hecho, este concepto de consenso es una quimera. El desacuerdo es parte de la realidad de la existencia humana. Y aunque se alcance el consenso, sigue sin ser lo mismo que la unanimidad. En grupos pequeños, merece la pena esforzarse por alcanzar la unanimidad, o se puede aplicar una regla de unanimidad menos uno o unanimidad menos dos (lo que implica tomar una decisión a pesar de uno o dos disidentes). Pero los procesos de toma de decisiones no se limitan a grupos pequeños. En el caso de los recursos indivisibles puede complicarse en comunes grandes donde las facciones de mayoría y minoría están fuertemente divididas. No obstante, la metodología sociocrática (consultar el cuadro de las pp. 161-162) ha resultado ser muy útil a la hora de sacar a relucir objeciones y preocupaciones, así como para elevar la discusión a un nivel más sustancial de manera justa y ordenada.
Para aumentar las posibilidades de éxito en cualquier común, ya sea grande o pequeño, hay que descartar desde el principio el esquema de ganadores y perdedores: el gran fallo de la regla de la mayoría, también conocida como votación democrática. Lástima que el 49,99 % no esté de acuerdo, porque el 50,01 % es suficiente para imponer una decisión. No es de extrañar que las democracias representativas basadas en esta premisa tengan tantos problemas para calmar profundas divisiones o para obtener la cooperación de la minoría perdedora. Tampoco es de extrañar que surjan ideologías que traten de acrecentar las diferencias entre ambos bandos en lugar de centrarse en intereses comunes. Una votación competitiva condicionada por esta dualidad ganador/perdedor solo empeora más el asunto. Las decisiones que se toman por mayoría relativa, donde el bloque más grande prevalece aunque no satisfaga a una mayoría, muestran la misma deficiencia básica.26
Pero entonces, ¿cómo evitar caer en el esquema de ganadores y perdedores? ¿Cómo asegurar que todos los implicados consientan en actuar de cierta manera sin sentirse coaccionados o manipulados? Y algo aún más delicado, ¿cómo enfocar la toma de decisiones para que no genere ni reprima frustraciones, que tan a menudo terminan canalizadas en todo tipo de agresividad secundaria? Tal y como hemos mencionado antes, es crucial que todo proceso de toma de decisiones anime a la gente a mantener un debate abierto que suscite activamente sus preocupaciones más profundas, esas que no suelen expresarse abiertamente. Los métodos pueden variar, pero todos han de permitir el desarrollo de propuestas colaborativas para que la gente pueda perfeccionar sus ideas y propuestas de acción. Existe una serie de modelos de acuerdo a estas instrucciones, como el modelo Quaker y las famosas señales de manos empleadas por los manifestantes del movimiento 15M y más tarde de Occupy en sus negociaciones de grupo.27
Ahora que Internet está en todas partes y el software se ha vuelto tan
sofisticado, es posible por primera vez en la historia que desconocidos
formen parte de una toma de decisiones a escala global. Las plataformas
digitales son extremadamente versátiles a la hora de estructurar nuestras
interacciones. Disponemos de comunicación asíncrona y procedimientos
secuenciales para moderar, deliberar, votar y mucho más. Loomio es una
de las mayores infraestructuras para facilitar estos procesos.
La secuencia Quaker
La denominada «secuencia Quaker» o cuáquera consiste en seis posiciones diferentes que pueden adoptarse de cara a una decisión: desde un apoyo absoluto hasta un rechazo frontal. Los matices de cada grado de acuerdo son transparentes y se prestan a una negociación abierta. Esto puede visualizarse más fácilmente tomando distintas posiciones en una habitación (o con una visualización gráfica en pantalla). Una vez se han tomado posiciones, se ofrecen argumentos individuales entre los representantes de las distintas posturas de acuerdo o desacuerdo. Cuando se pide a los participantes que se posicionen por segunda vez, cualquier cambio de postura se hace evidente. En el caso de que sigan existiendo los mismos conflictos, se pospone la decisión y se anuncia el aplazamiento. Al mostrar los cambios en las diferentes posiciones, se puede estimar la presteza con la que el consejo tomará una decisión final en el futuro.

Los diseñadores de Loomio, la cooperativa neozelandesa Enspiral, querían evitar un formato jerárquico de toma de decisiones. Deseaban crear un proceso que permitiese a las personas deliberar y llegar a un acuerdo, y que las decisiones las tomasen las personas directamente implicadas. Sin embargo, para impedir que en la práctica derive en un proceso colectivo dominado por facciones vocales que marginan las opiniones y perspectivas de otros, Loomio permite expresar opiniones alternativas o divergentes. Richard Bartlett lo describe así:
El valor añadido de Loomio reside en que muestra la deliberación justo al lado de la conclusión en la pantalla del ordenador. El desacuerdo es claramente visible en un gráfico de sectores imposible de ignorar y que ayuda a resolver las inquietudes. Esa es la gran diferencia con respecto a las encuestas y otros mecanismos de votación: puedes cambiar de opinión a medida que debates la propuesta. Se parece mucho a un juego en el que los participantes tienen que resolver las
preocupaciones y conseguir cambiarlas.28
Loomio no permite a un grupo debatir múltiples propuestas simultáneamente con el fin de, una vez alcanzado cierto punto en una discusión, forzar al grupo a centrarse únicamente en una determinada propuesta y lograr un acuerdo final. Podría considerarse como una limitación de diseño ya que, en un momento dado, la plataforma impide la consideración simultánea de otras propuestas. Por otro lado, el diseño minimalista a la par que adaptable de Loomio permite a un grupo elegir la manera de deliberar y decidir —incluyendo la regla de la mayoría— además de documentar los argumentos presentados por los participantes.
Es verdad que no existe una única y mejor manera para tomar decisiones. Lo importante es elegir el proceso, los criterios y las herramientas adecuadas para cada contexto específico. Hay dos distinciones principales a tener en cuenta a la hora de crear reglas para TOMAR DECISIONES DE MANERA COMUNÁNIME. La primera es la distinción entre consenso y consentimiento. La segunda es la distinción entre criterios comunes y votación.
Dar nuestro consentimiento no significa necesariamente que esa propuesta nos parezca la mejor opción. Quizá simplemente queramos cooperar con el grupo en vez de poner impedimentos. Quizá no se nos ocurre una propuesta mejor o quizás albergamos la secreta esperanza de que la próxima vez los demás, siguiendo nuestro ejemplo, no impongan sus propias preferencias personales. A veces los comuneros prefieren quedarse en la zona de confort y se preguntan: «¿Podré seguir con mi vida si esta propuesta sigue adelante?» Esta actitud facilita el consentimiento pleno, pero hemos de insistir en que eso no significa que todo el mundo esté totalmente de acuerdo.
El consentimiento —a diferencia del acuerdo— consiste en la ausencia de objeciones razonables. Se suele asumir que la gente tiene motivos sólidos para discrepar y que existe un lugar y un momento para airear esas razones. Dicho de otro modo: «El consentimiento busca objeciones intencionalmente, poniendo de manifiesto una sabiduría que puede emplearse en mejorar propuestas y acuerdos.»29 El consentimiento se alcanza mediante la elección de la propuesta con menos objeciones. El más bajo nivel de objeción —la resistencia— se convierte en la mayor aceptación. James Priest, cofundador del método Sociocracia (Sociocracy 3.0), dice: «La finalidad del consenso es encontrar la mejor decisión dadas las circunstancias. La finalidad del consentimiento es encontrar una solución lo suficientemente satisfactoria que se pueda experimentar, poner a prueba y mejorar con el tiempo.»30
La sociocracia y la toma de decisiones basada en el consentimiento
Algunas personas detestan la idea de la Gobernanza p2p porque los debates pueden volverse complicados e interminables. A veces un sabelotodo monopoliza las deliberaciones mientras otros asuntos importantes quedan pendientes. En la sociocracia se convocan diferentes círculos de personas con responsabilidades específicas para atajar estos problemas. Es un proceso formal que se basa en el consentimiento en lugar de en la regla de la mayoría. James Priest, cofundador del método Sociocracy 3.0, explica: «La finalidad del consenso es encontrar la mejor decisión para las circunstancias. La finalidad del consentimiento es encontrar una solución lo suficientemente satisfactoria que se pueda experimentar, poner a prueba y mejorar con el tiempo.» «El proceso más habitual en la sociocracia es hablar por rondas», aclaran Jerry Koch-Gonzalez y Ted J. Rau de Sociocracy for All. «Todo el mundo tiene la oportunidad de hablar, uno por uno. Eso quiere decir que sabes que podrás dar tu opinión. No se puede ignorar a nadie. ¡A la larga, eso nos ahorra mucho tiempo!»31 Cuando surgen objeciones, y es inevitable que surjan, se insta a todo el mundo a mejorar la propuesta con retroalimentación continua.

La sociocracia se ha empleado profusamente en muchos entornos de todo el mundo como colegios, grupos de covivienda y cooperativas. No tiene por qué ceñirse a grupos pequeños ni a reuniones cara a cara. Pequeños equipos sociocráticos pueden anidarse dentro de un círculo matriz más grande que tenga una visión más amplia y más responsabilidades en la toma de decisiones. Así se obtiene una mayor distribución de poder en los niveles más bajos (subsidiariedad), a la vez que se coordina el trabajo de toda la empresa. Esto se logra creando un círculo doblemente vinculado, es decir, que dos miembros de cada círculo forman parte del equipo pequeño y del círculo matriz a la vez. De este modo, cada equipo puede concentrarse en lo que más le concierne mientras vela por que la información importante se comparta con todos y se lleve a cabo.
La sociocracia es un método de gobernanza basado en los comunes ya que parte de la heterarquía (o, tal y como la llaman Rau y Koch-Gonzalez, «jerarquía circular»). Con ella, los grupos emplean la sabiduría colectiva para alcanzar la máxima transparencia, oportunidades de participar y resultados eficaces.32 Desgraciadamente, algunos grupos y asesores dedicados a los métodos sociocráticos han optado por presentar sus sistemas como patentados, razón por la que en este libro favorecemos los enfoques afines a los comunes como Sociocracy for All (sociocracia para todas y todos), que usa una licencia Creative Commons.
Un ejemplo de método que se basa en la toma de decisiones lo suficientemente buenas es el Consenso Sistémico, que bien podría considerarse uno de los pilares de la Gobernanza p2p. El Consenso Sistémico fue creado en 2005 por el médico y matemático Erich Visotschnig. El sistema invita a los participantes a valorar varias propuestas en una escala del 0 al 10, el 0 siendo «no tengo objeción, apoyo esta propuesta firmemente» (ninguna resistencia) y 10 «tengo grandes objeciones, rechazo rotundamente esta propuesta» (máxima resistencia). Los valores intermedios del 2 al 9 se interpretan según el juicio subjetivo de cada individuo. Dependiendo del contexto, también sería posible votar por la «opción cero», que vendría a significar «prefiero que todo se quede tal y como está» o «vamos a pensárnoslo un poco más». Esta opción se considera «el límite de lo razonable». Ninguna propuesta puede ser aceptada si su valoración es inferior a la «opción cero».
Los participantes del Consenso Sistémico aprecian no solo que todas las propuestas se tengan en cuenta sino que esto se haga hasta el último momento del proceso. Cualquiera puede poner objeciones a cualquier propuesta en cualquier momento.33 Plataformas digitales como Systemic Konsensing permiten que una multitud de individuos en todo el mundo acepten propuestas sin tener que invertir mucho tiempo en debates cara a cara y sin sentirse ajenos al centro de la toma de decisiones, ya que ese centro no existe como tal.
Además de la diferencia entre consenso y consentimiento, otra distinción muy útil para entender la toma de decisiones en el mundo del procomún es la que existe entre criterios comunes y votación. Los criterios comunes son, por ejemplo, normas generales de ética y práctica que sirven de guía a la hora de tomar decisiones. Son una atractiva alternativa a la votación ya que la gente a menudo prefiere centrarse en hacer su trabajo y ahorrarse largos debates y votaciones sobre propuestas complicadas.
En la federación de cooperativas Cecosesola (pp. 207-209) no hay un sistema representativo ni votaciones, sino encuentros y círculos en los que se debaten cuestiones cotidianas y donde todos tienen voz. Todos los días se toman cientos de decisiones prácticas, y muchas de ellas requieren un juicio muy concienzudo, como por ejemplo cómo responder a la escasez de medicamentos en el hospital o si deberían suspender sus procedimientos normales ante la prematura llegada de productores con camiones llenos de verduras. Y aun así, nunca lo someten a votación porque no quieren dividirse en mayoría y minoría. Las decisiones se toman de acuerdo a los criterios comunes que los participantes de Cecosesola han desarrollado para todo tipo de posibles escenarios cotidianos. «Al fin y al cabo, una, dos o tres personas pueden tomar la decisión.» Según uno de sus criterios comunes, «aquel que tiene la última palabra en una decisión ha de asumir la responsabilidad de esta y comunicársela a los demás».34
Noel Vale Valera explica: «En nuestras asambleas no pretendemos tomar decisiones juntos. Simplemente hablamos largo y tendido de cómo podría llegar a darse la situación y bajo qué criterios tomaríamos tal decisión.» Su compañera Lizeth dice: «Nos ha funcionado durante décadas. Por supuesto, no es tan fácil. Después de todo, somos un grupo de 1.300 personas, pero no tenemos por qué debatirlo todo juntos», y añade que los miembros confían en que los demás tomarán las decisiones correctas y más acordes a la opinión del grupo. Convenir criterios comunes en lugar de decidir por votación requiere y genera una cultura de confianza y solidaridad. Delegar las decisiones individuales en el criterio común abre las puertas a la flexibilidad y la confianza y empodera a los individuos con la libertad de sacar sus propias conclusiones frente a una situación determinada. No se trata de un proceso absolutamente racional, sino que es un método guiado por el sentimiento y la intuición de poder confiar en que los miembros del grupo harán lo correcto en la mayoría de los casos.
Partir de la heterarquía
A diferencia de las estructuras centralizadas y jerárquicas, los comunes funcionan como heterarquías. En una jerarquía, a las personas se les asigna funciones concretas dentro de una estructura piramidal y los grupos se dividen en categorías y subcategorías. Se trata de un orden rígido y escalonado en el que el poder está consolidado y formalmente estructurado.

PARTIR DE LA HETERARQUÍA
La Heterarquía compagina las dinámicas p2p con las dinámicas jerárquicas de arriba abajo y de abajo arriba, constituyendo una especie de reconciliación entre las redes distribuidas y las jerarquías.36 Puede aunar la autonomía individual responsable y la necesidad de una gobernanza multinivel (una forma de jerarquía). En una heterarquía, la gente puede decidir cómo quiere interactuar, creando así un sistema más flexible y adaptable que en una jerarquía convencional.37
El poder y la autoridad se distribuyen por medio de relaciones horizontales no jerárquicas entre sus participantes, lo que permite múltiples configuraciones de roles dentro del sistema. Aunque hay elementos jerárquicos en una Heterarquía (pues estos dos sistemas de organización no son completamente opuestos), estos pueden dividirse y reagruparse en multitud de maneras. Una jerarquía consiste en una pirámide de relaciones de poder rígidas y prescritas; en cambio, una heterarquía permite que el poder fluya dinámicamente a través de multitud de nódulos variables en un entorno social.

CONCEPTO DE HETERARQUÍA
Como hemos visto en Cecosesola, aquellos que participan en una cultura de confianza y responsabilidad no necesitan un permiso formal de antemano para hacer algo. La ética del software de código abierto fomenta esta actitud en muchísimos campos: si se detecta un fallo, si se tiene una gran idea, si surge un problema urgente, los individuos tienen autorización expresa para actuar al respecto. Puede haber comentarios a posteriori y críticas que cuestionen la decisión e incluso intenten anularla. Pero la experiencia demuestra que la iniciativa individual, combinada con la de muchas otras personas, es asombrosamente infalible y eficaz a la hora de obtener resultados. No necesitamos ninguna representación formal ni delegación para abordar tareas sofisticadas y complejas. La transparencia en un entorno de confianza, el intercambio de conocimientos y las relaciones interconectadas se adaptan mucho mejor.
La gente muestra asombro e incredulidad ante la gobernanza heterárquica. Cuando los manifestantes de Occupy Wall Street organizaron su comunidad en el Zuccotti Park de Manhattan, el columnista del New York Times Nicholas Kristof escribió: «Los conocimientos de Internet de los manifestantes son deslumbrantes, e impresionante su habilidad de organización. La plaza dispone de un área de recepción, una zona multimedia, una clínica médica, una biblioteca y una cafetería. La página web de los manifestantes incluye links para que los simpatizantes con el movimiento puedan pedir pizzas online (preferiblemente veganas) a una pizzería local que las lleva a la plaza.»38 Sin embargo, este orden social improvisado no estaba dirigido por ningún comité ejecutivo central. Con la ayuda de conocimiento previo sobre formas de organización colectiva, este movimiento surgió sobre la marcha: los participantes aunaron sus esfuerzos para cubrir las necesidades que iban apareciendo.
Todos hemos sentido alguna vez ese deseo de colaborar en un proyecto común y llevarlo a niveles más altos y versátiles; básicamente en eso consiste la historia del ser humano. Pero también sabemos que las formas espontáneas de organización colectiva no suelen durar mucho. El desafío de nuestro tiempo —ahora que el Mercado/Estado se ha adueñado y controla tantas formas de cooperación— es conseguir idear nuevas estructuras que protejan y extiendan el impulso cooperativo. Creemos que los patrones de la Tríada del Procomún pueden ayudarnos a levantar estas estructuras dentro de un común protegido. La Gobernanza p2p es más que una vía para conseguir tal propósito con rapidez y eficiencia; también puede minimizar las castas sociales, la administración burocrática y la desigualdad. En una Heterarquía existen más posibilidades de alcanzar una igualdad aproximada, ya que, tal y como la define Wikipedia, esta estructura permite que haya «flexibilidad en las relaciones formales dentro de una organización. Es posible invertir los vínculos de dominación y subordinación, así como redistribuir los privilegios en cada caso». Y continúa afirmando:
Las heterarquías separan y unen grupos en función de una serie de preocupaciones que emergen o desaparecen de la vista según la perspectiva. Básicamente, ninguna manera de dividir una heterar quía constituirá jamás una visión totalizadora e integral del sistema; cada división es claramente parcial y, en muchos casos, una división parcial puede suscitar en nosotros, los perceptores, un sentimiento de contradicción que nos invita a explorar nuevas formas de dividir las cosas.39
Aunque muchas organizaciones la encuentren contraria a todo sentido común, la Heterarquía es (en esta era de redes digitales omnipresentes y continuas emergencias de abajo arriba) una estructura de Gobernanza p2p perfectamente funcional.
Comonitorear y aplicar sanciones graduales
La subsistencia de un común depende de que sus miembros se ciñan a las reglas que ellos mismos han convenido. En la jerga de las ciencias sociales, cuando un oportunista se aprovecha de la labor de un común o incumple sus convenios, la riqueza compartida se agota rápidamente y la comunidad se desintegra. Las sanciones son una herramienta importante a la hora de desalentar tales conductas antisociales y, por lo tanto, deben incluirse en cualquier esquema sólido de Gobernanza p2p.

COMONITOREAR Y APLICAR SANCIONES GRADUALES
Pero, ¿qué tipo de sanciones y cómo se aplicarían? Existe un gran corpus literario que cubre esta materia, tanto en la escuela de Ostrom como en la subdisciplina económica de los experimentos del dilema del prisionero, pertenecientes a la teoría de juegos. Varios experimentos y teorías han tratado de explicar cómo y por qué la gente incumple los acuerdos, y qué tipo de respuestas podrían estimular una mayor cooperación.
Ostrom descubrió que los comunes más duraderos solían Aplicar una serie de sanciones graduales. Al principio son pequeñas penalizaciones —una advertencia, un aviso para hacerlo mejor— y, si es necesario, van aumentando en severidad, por eso las llamamos graduales. Las sanciones son necesarias porque nos persuaden de seguir las reglas, ya que, tal y como Ostrom indica, «la aplicación de sanciones hace que los demás no se sientan como unos pringados».40 Ella lo denomina «cum- plimiento casi voluntario», citando a Margaret Levi, y añadiendo que la cooperación depende en gran parte de que la gente vea que los demás también respetan las normas. Cuando la gente paga sus impuestos, está haciendo algo que preferiría no hacer, pero saben que los demás también tienen que hacerlo. En la mayoría de los casos hace falta ejercer una presión coercitiva para lograr la cooperación, sin embargo resulta muy diferente si esta coerción proviene de dentro y es consensual como en el proceso de Gobernanza p2p— o si se trata de un imperativo externo.
Curiosamente, la mera posibilidad de ser sancionado basta para disuadir a la gente de infringir las reglas, incluso a pesar de que raramente se llega a aplicar ninguna penalización. Cuando existe un alto grado de solidaridad en un común, las consecuencias sociales de romper las reglas pueden ser muy severas. Por este motivo, las infracciones son bastante inusuales. A veces el monitoreo en sí no es tan decisivo como quién lo está haciendo —por ejemplo, un amigo o vecino a quien no queremos defraudar—. Por lo general, las sanciones juegan un papel menos importante en un común porque, tal y como Michael Cox et al. han ilustrado con el caso del sistema de gestión de aguas en Zimbabwe, «la gente prefiere invertir tiempo en negociar el consentimiento que estableciendo e imponiendo sanciones».41 En el Distrito de los Lagos en Inglaterra descrito por James Rebanks, el hecho de engañar a otro pastor o vender una oveja a un precio superior al que le corresponde se considera una falta de respeto social muy seria. Las comunidades de irrigación zanjera en Filipinas someten a posibles miembros futuros a un examen previo y suspenden o expulsan a todo aquel que pillan infringiendo las reglas, lo que reduce el uso de sanciones y las tensiones que eso produce.42
Parece ser que en comunes con gran cohesión social las sanciones son herramientas de gran importancia, aunque casi nunca se emplean. En comunes basados en relaciones superficiales e informales donde no es posible desarrollar una confianza plena —por ejemplo, las comunidades digitales— las sanciones adquieren un rol más necesario.
——-Gobernanza p2p y el vínculo con el dinero——–
La razón por la que hemos conglomerado los siguientes tres patrones de Gobernanza p2p es que tienen algo en común —se centran en cómo proteger los comunes de los riesgos del dinero, la propiedad, las finanzas y la actividad de mercado, así como de la racionalidad calculadora de la que suelen ir acompañados—. Aunque por supuesto estos patrones tratan de proteger al Yo interdependiente, la Lógica Ubuntu y otras dimensiones del procomún, sí permiten una interacción limitada y estrictamente necesaria con el dinero.
Afianzar las dimensiones relacionales del tener
Cada día, al salir o entrar de sus casas, muchos alemanes recuerdan que sus relaciones con la propiedad son ambiguas. Los artesanos de la Alta Edad Media solían inscribir un fragmento de sabiduría tradicional en las fachadas de muchas casas: «Esto es mío, pero no es mío. Tampoco pertenece al que lo tuvo antes que yo. No es suyo, ni tampoco mío. Él se fue y yo entré. Y cuando yo me vaya seguirá siendo así.» El enigma de la propiedad postula que cualquier cosa puede ser propiedad personal desde el punto de vista jurídico, pero lo que realmente cuenta es su posesión y uso —y estos dos derechos se basan en relaciones sociales—.

AFIANZAR LAS DIMENSIONES RELACIONALES DEL TENER
El patrón Afianzar las dimensiones relacionales del tener consiste en reconocer esta realidad. La riqueza de un común, cosechada a través a los cuidados, no pertenece exclusivamente a una sola persona, ni siquiera a un grupo concreto y definido. Su origen es anterior a nosotros y probablemente nos sobreviva. Sin embargo, del mismo modo que el homo economicus es una caricatura del ser humano, la ley de propiedad ha sido diseñada para consagrar solo ciertas relaciones entre humanos y recursos. La propiedad se considera como algo inerte y ajeno con lo que podemos conseguir lo que queramos.
Afianzar las dimensiones relacionales del tener supone explorar un nuevo concepto de propiedad que reconozca que las relaciones sociales son una parte intrínseca de cualquier entorno, obra creativa, edificio o espacio sagrado. Tal y como señaló acertadamente el antropólogo legal francés Étienne Le Roy, lo que realmente importa en el sentido legal y político es la interpretación del término pertenecer. ¿A quién pertenece un trozo de tierra o el conocimiento o la vida en este planeta y por qué? ¿Y cómo debería la ley reconocer y poner en práctica estas relaciones? La ley de propiedad de hoy en día trata de evitar estas preguntas o, al menos, las considera decisiones que han de tomarse unilateralmente y a menudo de manera egoísta.43
No obstante, los seres humanos podemos Afianzar las dimensiones relacionales del tener y de hecho solemos hacerlo, siempre lo hemos hecho y siempre lo haremos. Hemos compartido parques públicos y monumentos, obras de arte, tumbas y sitios de culto. Hemos compartido recuerdos y experiencias de ciertos edificios, masas de agua, montañas y bosques. En un común, estas relaciones se reconocen y respetan —un desafío que a menudo se malinterpreta como un choque entre los derechos individuales y los intereses colectivos—. Pero como ya expusimos en nuestra explicación sobre el Yo interdependiente, es perfectamente posible fusionar ambas cosas en un nuevo paradigma, una especie de propiedad Ubuntu.
Los monasterios han practicado esto durante siglos; son ambientes propicios para las prácticas colectivas y, aun así, la mayoría de las órdenes religiosas procuran que los individuos tengan suficiente espacio personal. Aunque los monjes viven en aposentos o dependencias personales muy austeras, están construidas en torno a un claustro al que todos tienen acceso. En la famosa cartuja de Florencia (Italia), los aposentos de los monjes incluyen un patio individual y un pequeño pasillo que les permite estar a solas cuando llueve. En el diseño de este claustro cartujo, los espacios individuales están celosamente protegidos y nadie, excepto el monje que lo habita, puede acceder a ellos. Las puertas de todas las habitaciones se abren a un gran pasillo compartido. No es de extrañar que los comunes medievales también salvaguardasen el espacio privado individual de cada uno, a la vez que gestionaban los campos compartidos colectivamente.44 El concepto de patio o recinto ha sobrevivido en la jurisprudencia de nuestros días como el área alrededor de la casa de una persona, que, según la Corte Suprema de los EEUU, por ejemplo, cobija tanto «la actividad privada asociada al carácter sagrado del hogar de una persona como a las intimidades de la vida».45
Las prácticas del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (mst) de Brasil se basan en esta combinación entre intereses individuales y colectivos. Todos juntos custodian las tierras ocupadas que ningún individuo ni colectivo puede reclamar en propiedad absoluta. En las tierras del mst, los agricultores o granjeros pueden trabajar en sus parcelas individuales y usarlas como deseen, pero nadie puede aislar su parcela de la tierra ocupada colectivamente por el movimiento ni venderla individualmente. El uso de la tierra está inextricablemente vinculado a la pertenencia al movimiento. Dicho de otro modo, los destinos de los individuos están íntimamente ligados al del colectivo. Cientos de miles de familias brasileñas46 viven o han vivido en asentamientos de tierra ocupada por el mst con miras a redistribuir la tierra en favor de los trabajadores rurales y la agricultura a pequeña escala. Gran parte de la visión y prácticas del mst se inspiran en la doctrina social católica, que considera la dignidad del ser humano, el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad como principios fundamentales. Curiosamente, el Grundgesetz —la constitución de la República Federal de Alemania— muestra una filosofía muy similar, declarando que la propiedad privada no sirve solo a propósitos individuales, sino que también ha de tener una función social.47 Por este motivo, muchas comunidades autorizan a la gente a usar la tierra siempre y cuando la cultiven —una especie de regla de «o la usas o la pierdes» que prioriza la necesidad ante la propiedad absoluta—.
La esencia de este tipo de propiedad relacionalizada reside en la combinación de intereses individuales y colectivos para formar un nuevo paradigma. En el Capítulo 8, desarrollaremos este concepto en profundidad e ilustraremos otras formas de tener con cinco ejemplos específicos. En cada caso, Afianzar las dimensiones relacionales del tener permite a los comuneros evitar los roles sociales dominantes o dependientes de los derechos de propiedad. Tal y como se explica en el Capítulo 8, Park Slope Food Coop emplea el trabajo no remunerado y desmercantilizado como una manera de Aunar y compartir los beneficios del supermercado entre sus miembros. La Open Source Seed Initiative (Iniciativa de semillas de código abierto) es pionera en permitir a los agricultores guardar semilla, volver a plantarla al año siguiente y compartirla legalmente, además de engendrar nuevas variedades. Mietshäuser Syndikat, una gran federación de proyectos alemanes de covivienda, ha conseguido retirar una enorme cantidad de viviendas del mercado y dejar la custodia y gestión de los edificios en manos de sus residentes, previniendo así la venta o liquidación de la vivienda.
Todos estos proyectos vanguardistas anteponen la idea del uso y la coposesión existenciales a la idea del dominio absoluto que promueve la propiedad. El objetivo de Afianzar las dimensiones relacionales del tener es ayudarnos a nutrir conscientemente la manera en que nos relacionamos unos con otros, con el mundo no humano y con las generaciones pasadas y futuras.
Discernir entre procomún y comercio
Puede que te estés preguntando por qué citamos a tantas cooperativas como ejemplo de comunes cuando la verdad es que muchas de ellas producen para el mercado y se sustentan de él. ¿Cómo es posible que el modelo económico dominante siga en pie cuando, según la Alianza Cooperativa Internacional, hay decenas de miles de cooperativas que juntan a «más de mil millones de personas en todo el mundo», y las trescientas mayores cooperativas del planeta generan unas ventas de 2,2 billones de dólares?48 La respuesta es que muchas cooperativas no han encontrado el medio cultural con el que Discernir entre procomún y comercio. Y las leyes no ayudan, ya que casi siempre favorecen (por no decir privilegian) la actividad de mercado antes que las opciones alternativas al mercado o basadas en el procomún.

DISCERNIR ENTRE PROCOMÚN Y COMERCIO
Por lo tanto, una de las principales prioridades de todo común es preservar su integridad frente al orden predatorio del mercado. Un común ha de esforzarse sobremanera para protegerse de los cercamientos.
Los cercamientos como amenaza para el procomún
Un cercamiento es lo opuesto a un común, ya que separa lo que el procomún conecta: las personas y la tierra, tú y yo, las generaciones presentes y las futuras, las infraestructuras técnicas y su gobernanza, las áreas de conservación y las personas que las han custodiado durante generaciones. Normalmente son inversores y corporaciones los que, con la ayuda del Estado nación, llevan a cabo el proceso de cercamiento para mercantilizar tierras, agua, bosques, genes, obras creativas y mucho más. Su finalidad suele ser rentabilizar cualquier cosa que pueda controlarse como propiedad privada para luego venderla.
Los cercamientos constituyen, por tanto, un grave acto de desposesión y disrupción cultural que fuerza a la gente a depender del mercado y sus límites de pensamiento. No hay más remedio que comprar el acceso a las necesidades básicas de la vida. Tenemos que doblegarnos a las condiciones y precios que imponen los inversores-propietarios. Necesitamos permiso para usar los recursos que antaño custodiábamos para nuestro propio uso.
La gente a la que le cuesta imaginar alternativas sociales al mercado («cooptación desde dentro») también son una amenaza para los comunes, por ejemplo, los miembros de una cooperativa de viviendas que quieren liquidar sus activos justo cuando los precios de mercado suben, o los investigadores médicos que tratan de patentar fármacos que han sido desarrollados con la colaboración de la comunidad. Los cercamientos perjudican la Vida Social, el Sustento Integral y la Gobernanza p2p, que conforman una manera de actuar, saber y vivir en este mundo. Los cercamientos fomentan una cultura de racionalidad calculadora y relaciones impersonales transitorias que socavan la práctica del procomún.
En una sociedad en la que se concede tanta importancia al dinero, es imposible evitar la colisión entre procomún y comercio. Hay que tomar medidas resolutivas para proteger el procomún y mantenerlo a una distancia prudente del comercio. El software libre es un gran ejemplo para aprender esta lección. Según el programador y académico Benjamin Mako Hill, muchos programadores coinciden en que «la introducción del trabajo remunerado en sus comunidades cambia radicalmente el ambiente de desarrollo, a menudo para peor».49 Cuando el dinero hace su aparición en un común de desarrollo de software libre, «trae consigo una nueva forma de trabajar y un nuevo tipo de relaciones entre desarrolladores». Los comuneros pierden la motivación de Aportar sin coerciones (ver pp. 124-126), no precisamente porque no puedan permitírselo, sino porque sienten que es injusto que a otros les estén pagando por ello. Cuando el dinero entra en escena, la gente comienza a replantearse sus objetivos y aspiraciones en función de las normas del mercado. Lenta y sutilmente, la fuerza gravitacional del dinero acaba erosionando la integridad del procomún —sus relaciones sociales, sus valores independientes y sus objetivos a largo plazo.
Hill cita pruebas empíricas de que la introducción del trabajo remunerado en proyectos con fines sociales suele desmotivar a muchos voluntarios que ya no le encuentran sentido ni importancia a su labor, lo que les lleva a contribuir menos o incluso a abandonar el proyecto definitivamente.50 La introducción del dinero también plantea la cuestión de cómo usarlo y quién debe encargarse de tomar esa decisión. «En un proyecto voluntario de software libre, es más fácil obtener dinero que decidir cómo gastarlo», señala Hill. Obviamente, no se trata de un problema irresoluble, y muchas necesidades solo pueden ser cubiertas a través del mercado. Aun así, cuando la adquisición de bienes y servicios, o el trabajo remunerado, reemplazan la práctica del procomún, las motivaciones intrínsecas empiezan a deteriorarse.
Sin duda alguna, los comuneros también necesitan dinero, aunque sea en cantidades modestas. En la época medieval, los comunes cubrían casi todas las necesidades diarias y solo hacía falta un poco de dinero para compras esporádicas. El procomún proporcionaba lo que hoy en día conocemos como renta básica —el acceso a recursos que garantizan la supervivencia del individuo—. A pesar de que los comunes actuales no pueden eludir el uso del dinero, pueden (y deben) esforzarse por obtener tanta independencia estructural como les sea posible. Este es un proceso gradual que requiere la habilidad de darle la vuelta a la historia y hacer las preguntas adecuadas. En lugar de preguntarnos cómo conseguir más dinero, es más útil preguntarnos cómo organizar nuestras vidas para depender menos de él. ¿Cómo desmercantilizar nuestras vidas? Este tipo de preguntas también deberían plantearse a nivel de proyectos, iniciativas, infraestructuras y plataformas.
Los individuos que están acostumbrados a adquirir servicios suelen actuar como consumidores, una ética que entra en conflicto con el procomún. En cierto modo, cada vez que algo se diseña como un proceso de licitación o requiere una serie de resultados concretos, o se presenta como una transacción de compraventa o te advierte de que, si no participas, otros lo harán, el dinero y la racionalidad calculadora están suplantando la Gobernanza p2p. Pero la promesa o intercambio de dinero no son los únicos enemigos del procomún. La simple presuposición de que esa es la única manera de hacer las cosas también puede ser muy nociva.
Un común puede interactuar con la economía de mercado sin que prevalezca la lógica de la reciprocidad estricta (intercambio equivalente) del mayor postor o de los precios más baratos. Cuando el ayuntamiento de una ciudad francesa ofreció dinero a EnCommuns, una red de programadores de base de datos, a cambio de su trabajo, la presión externa por obtener resultados aumentó tanto que empañó los objetivos originales del proyecto y sus ritmos de trabajo autodeterminados. Tal y como señaló uno de sus participantes: «Se abrió una brecha entre aquellos que obtenían resultados y dinero y aquellos que solamente podían obtener resultados de vez en cuando y sin remuneración.» Esto provocó un giro sutil, casi imperceptible, en la dinámica interna de su práctica del procomún. La gente dejó de contribuir al proyecto por motivaciones intrínsecas (divertirse, estar interconectados, aprender de los demás, impacto social) y empezó a centrarse en «cumplir el contrato». De un día para otro, las prioridades de un contratante externo empezaron a parecer más importantes que los deseos de otros comuneros. La lógica de la competición y la eficiencia había tomado el control, eclipsando el objetivo de la cooperación voluntaria. «En vez de cambiar los patrones de conducta asociados a un sistema económico defectuoso», añadió el participante, «los reforzó.»
En respuesta, EnCommuns creó una membrana semipermeable, una ingeniosa solución para preservar el espíritu del procomún a la hora de interactuar con agentes comerciales. En primer lugar, EnCommuns exigió que cualquier empresa comercial pagase por el trabajo producido, con el propósito de generar dinero para sustentar las actividades no mercantiles del común. Pero en vez de realizar una transacción de mercado convencional —un pago por un servicio específico—, la empresa contratante debe hacer el pago mediante una contribución financiera al común por un trabajo que va a llevarse a cabo de todos modos. Es decir, el negocio no consiste en «pagar por un servicio o producto especial», sino en hacer una donación. Además, todas las contribuciones son de dominio público. El objetivo de EnCommuns era asegurarse de no llegar al punto de depender de los ingresos de la venta de sus productos o del trabajo de sus miembros. ¿Por qué? Porque un común basado en esa premisa acabaría anteponiendo el éxito de mercado a las necesidades de los comuneros, lo que eventualmente desgarraría su tejido social. Al tratar los pagos como donaciones, EnCommuns establece una distinción entre los actos de dar y tomar del común, conservando su soberanía a la hora de decidir cómo tratar el dinero dentro del común. EnCommuns explica: «Nuestra idea consiste en que las organizaciones comerciales contribuyan a la financiación de los comunes cada vez que precisen de ellos por motivos de negocios, adquiriendo cada vez más confianza en el procomún.»51 El colectivo Telekommunisten ha adoptado el mismo enfoque para su Licencia de Producción de Pares (p. 443, n. 16), que autoriza el uso gratuito de cualquier obra surgida del procomún, excepto para uso comercial, en cuyo caso hay que pagar.
El colectivo transnacional Guerrilla Media Collective —integrado por traductores y diseñadores con gran conciencia social— ha desarrollado un sistema de gobernanza que integra la práctica del procomún y el trabajo remunerado. Su modelo económico y de gobernanza DisCO (Distributed Cooperative Organization) les permite desempeñar trabajos probono y remunerados a la vez que les insta a velar por la salud del colectivo y de cada uno de sus miembros.52 La toma de decisiones y las responsabilidades del grupo se distribuyen en función del nivel de implicación: casual, voluntaria, proceso de incorporación formal parcialmente remunerada, y por último, comprometida: una membresía remunerada con responsabilidades específicas. Los proyectos probono y remunerados se contabilizan de acuerdo a un sistema de créditos, mientras que el trabajo de cuidados es explícitamente visible y se valora en comparación al trabajo productivo. El objetivo es que la práctica del procomún siga siendo la prioridad central.
Para poder discernir entre procomún y comercio, muchos guardabosques comunitarios autorizan la tala controlada de árboles para uso personal, pero no para la venta en el mercado. Los comunes de pesquerías a menudo estipulan la cantidad de pescado que cada pescador puede vender en la lonja. Las administraciones de las universidades suelen funcionar de intermediarias entre las fuentes de financiación y los científicos para que los investigadores puedan mantener debates abiertos y sinceros y compartir sus conclusiones, sin tener que guardarse de la influencia corrupta de las corporaciones.
Financiar el Sustento Integral del procomún
En un mundo en el que las finanzas capitalistas y el dinero son no solo omnipresentes sino además las únicas herramientas para hacer las cosas, no podemos evitar preguntarnos: ¿cómo puede financiarse el sustento de los comunes sin las nocivas influencias del dinero y la deuda? Hemos descubierto tres métodos para escapar de la dependencia de las finanzas capitalistas y fomentar la seguridad y la libertad de la gente: Frugalidad monetaria en los comunes, para ser menos dependiente del mercado y el dinero; Financiación colaborativa, para permitir a los comuneros la creación y circulación de su propio dinero o crédito, provenientes exclusivamente de su común; y Nuevos circuitos financieros publipro-comunes, que permiten que el Gobierno gestione los impuestos de los contribuyentes para ayudar a sustentar el procomún.
Antes de explorar estos tres métodos, debemos realizar algunas observaciones generales. Como hemos visto anteriormente, la salud de todo común depende de que el dinero no domine sus dinámicas sociales. Si la deuda o el capital comprometen la independencia de las personas o siembran discordias sociales, lo más seguro es que el común se desintegre. Por lo tanto, es de gran ayuda para los comuneros (y para cualquiera) depender menos del dinero y los mercados. Los enfoques colectivos permiten a los comuneros recircular el valor que ellos mismos producen para beneficio mutuo, en lugar de dejar que acreedores o accionistas externos desvíen su valor con intereses o pagos de dividendo.

FINANCIAR EL SUSTENTO INTEGRAL DEL PROCOMÚN
Según el pensador francés Philippe Aigrain, la pregunta básica que todo común debe plantearse es: «¿Qué tipo de relaciones queremos que existan entre la economía monetaria y los comunes?» Pero también debemos preguntarnos: ¿qué tipo de cultura monetaria propia quieren desarrollar los comuneros? Como mínimo, hay que encontrar una manera de responder a estas preguntas sin que una metástasis de capital o dinero convierta las actividades cooperativas en capitalismo. Normalmente, la búsqueda del dinero y el éxito comercial se considera el único camino hacia el bienestar de la comunidad, aunque demasiado a menudo acabe subordinándola al interés del capital y mercados externos. Por lo tanto, es imprescindible discernir entre procomún y comercio (p. 170). Otra forma de minimizar la influencia del dinero es practicar reciprocidad empática (pág. 124), evitando que la racionalidad calculadora de las relaciones de mercado se convierta en la norma cultural y suplante la solidaridad y la creatividad generativa del procomún.
El empresario de alta tecnología Frank Karlitschek aprendió esta dura lección por las malas. En 2010, fundó ownCloud, una comunidad de código abierto para alojar archivos que competiría con Dropbox, Google Drive y Microsoft OneDrive. Estas plataformas permiten a usuarios de la web sincronizar el uso de datos y documentos entre diferentes dispositivos digitales y almacenar esa información en la nube, un servidor ajeno. Esta arquitectura de software permite que múltiples usuarios puedan acceder y usar grandes colecciones de archivos de forma autorizada y segura.
En 2011, para expandir el desarrollo de la plataforma ownCloud, Karlitschek destinó millones de dólares en financiación de capital riesgo para poner en marcha una empresa, ownCloud, Inc., de la que él pasó a ser director de tecnología. Pero para 2016 ya se había dado cuenta del grave perjuicio que el dinero inflige en las estrategias y prácticas de una organización. Según Karlitschek, a pesar de que cientos de programadores contribuían a ownCloud como proyecto de código abierto, los ejecutivos de la empresa no reconocían las contribuciones de la comunidad ni compartían las deliberaciones de la corporación con ellos. Así que, de repente, decidió dimitir, preocupado por cómo los inversionistas habían corrompido el proyecto. En su carta de dimisión, Karlitschek escribió: «Sin querer desvelar demasiada información, diré que me asaltan varias dudas de índole moral: ¿A quién pertenece la comunidad? ¿A quién pertenece ownCloud? ¿Qué es más importante, dinero a corto plazo o responsabilidad y crecimiento a largo plazo? ¿Es acaso ownCloud como cualquier otra compañía o también hemos de responder a los cientos de voluntarios que han contribuido a su éxito actual? Todas estas preguntas me han llevado a tomar esta difícil decisión: hoy he decidido abandonar mi propia compañía.»53
Semanas más tarde, Karlitschek anunció que bifurcaría el código y reconstituiría la comunidad de colaboradores en un nuevo proyecto llamado NextCloud. No tendría inversores externos, sino que estaría dirigida por los talentos y el compromiso de su gran comunidad de programadores voluntarios, de una manera más auténtica y fiel a la ética de código abierto. Es más, NextCloud, con su estructura modular, ofrecería una amplia gama de funcionalidades nuevas, como agenda de contactos, galerías de imágenes, reproducción de música y vídeo, administrador de tareas, un lector de rss, programa de e-mail, procesador de textos, mapas mentales, herramientas administrativas y mucho más. En menos de dos años el proyecto NextCloud ya contaba con 1 800 programadores voluntarios y millones de usuarios en todo el mundo, incluyendo a muchas grandes corporaciones como Siemens y ARD. Aún sigue construyendo su visión compartida, pero esta vez sin las
limitaciones artificiales impuestas por los inversores. En la conferencia Bits & Bäume (Bits & árboles) que se celebró en Berlín en 2018 —la primera edición de un encuentro de medioambientalistas y hackers de software libre («el movimiento de la tecnología crítica»)— Karlitschek reconoció haber aprendido de la experiencia de ownCloud que al financiar un proyecto es esencial asegurar la independencia. Esta también es una lección de vita importancia para los comuneros.
A continuación, exploraremos una serie de estrategias con las que los comuneros pueden minimizar las perniciosas influencias del dinero. Independientemente de cuál escojamos, el dinero no debe dirigir jamás nuestras aspiraciones y prácticas.
Frugalidad monetaria en los comunes. La práctica del procomún consiste en financiarse colaborativamente y en compartir, repartir y mutualizar para intentar cubrir las necesidades lo mejor posible. Esto permite a la gente reducir su dependencia del dinero y los mercados. A esto lo llamamos frugalidad: la práctica social y ética de reducir la necesidad de dinero con la ayuda de ciertas prácticas como compartir, cousar, dit (do-it-to-gether, hacerlo juntos). que minimizan la dependencia del intercambio comercial. Esto es fundamental en todos los comunes. Los comuneros pueden ganar más independencia a largo plazo si consiguen mantenerse alejados del sistema Mercado/Estado.
La Frugalidad monetaria es el método con el que los hackers neutralizaron los abusos propietarios que Microsoft ejercía por medio de patentes sobre Windows® y Office® a principios de la década del 2000 (ver pp. 148 y 189-191). De ese modo, desarrollaron gnu/Linux, Open Office y plantillas para otros programas de código abierto de alta calidad como alternativas prácticas y gratuitas a los programas estándar ofrecidos por los gigantes del mercado. A través de programas libres y de producción colaborativa, la gente puede crear sus propios comunes digitales y huir de los contratos de licencias draconianos y de diseños técnicos abusivos. Los usuarios pueden estar seguros de que su código es compatible con otros sistemas y legalmente modificable. Ya no están obligados a pagar por actualizaciones caras e innecesarias.
En espacios no digitales, hay muchos sistemas eficientes para reducir los costes individuales o eliminar la necesidad de actividad comercial. Los consorcios o fideicomisos de tierra comunitaria desmercantilizan la tierra donde están emplazados los edificios, reduciendo el coste de la vivienda y de empresas pequeñas. Los proyectos de covivienda y los de uso compartido de automóviles o herramientas son algunas de las manifestaciones de la Frugalidad monetaria. La producción cosmolocal (ver pp. 218-220) distribuye los gastos de diseño propietario (basado en patentes, marcas registradas, etc.) y permite una producción local modular y más barata.
El objetivo de la Frugalidad monetaria es ayudar a la gente a centrarse en sus necesidades verdaderas y escapar del interminable ciclo de desvalimiento que el consumismo alimenta. La economía capitalista invierte mucha energía y dinero en incentivar el consumo individual a pesar de que casi todo lo que consumimos es absolutamente innecesario. David Fleming llama a estas infraestructuras de dependencia «necesidades lamentables» —y engloban productos como los coches y los smartphones, que muchos consideran esenciales—. Los comuneros pueden evadir muchas de estas supuestas necesidades si desarrollan sus propios sistemas, infraestructuras, espacios y fuentes de recursos para compartir.
La Financiación colaborativa consiste en recolectar dinero de individuos y de la comunidad para financiar los comunes y garantizar así su prosperidad. Esta estrategia siempre fortalece un común, y le da el apoyo estructural que necesita para proseguir con la creacón de procomún en el futuro. A lo largo de la historia, la Financiación colaborativa se ha manifestado en modelos tales como las sociedades de crédito mutuo o los fondos comunes de seguros, financiación cooperativa, microfinanciación gestionada por la comunidad y divisas locales. Últimamente, el micromecenazgo (o crowdfunding) ha ampliado los horizontes de la Financiación colaborativa en proyectos de todo tipo. Goteo, una plataforma española de crowdfunding destinada a los comunes, se ha convertido en toda una referencia en Financiación colaborativa. Ha recaudado más de diez millones de euros desde sus inicios en 2012 hasta principios del 2020, financiando más de mil proyectos de procomún en toda Europa y Latinoamérica, y proporcionando asistencia online a otros 2 500 proyec- tos.54 Lo que diferencia a Goteo de otras plataformas de micromecenazgo convencionales es el requisito de que los proyectos a financiar promuevan los principios del procomún.
A mayor escala, el movimiento Wikimedia recibió un total de 122 millones de dólares en 2018-2019, con una donación individual media de 14,79 $. Esta recaudación de dinero, distribuida entre dieciséis proyectos wiki, se destinó a que cualquiera pueda tener acceso no comercial a un diccionario online, una base de datos de citas de autores y libros, colecciones de libros digitales y otros materiales didácticos, bases de datos de flora y fauna, archivos de fotografías e imágenes, y guías de viaje, entre otros. Al poner estos materiales al alcance de todos y fuera del mercado comercial, donde los vendedores tratan constantemente de conseguir datos personales para fines publicitarios, se pueden eludir estas trampas gracias a la gran variedad de proyectos wiki.
La organización francesa Terre de Liens recauda dinero para comprar tierras destinadas a «campesinos-granjeros» en ciernes contemporáneos. La finalidad es desmercantilizar la tierra para siempre —por ejemplo, retirar tierras del mercado para mantenerlas en perpetuo fideicomiso, tal y como hacen los consorcios de tierras comunitarias—. Una parte de la financiación corresponde a lo que llaman «ahorros solidarios», que se destinan en su totalidad a la adquisición de terreno cultivable. Mietshäuser Syndikat, una federación alemana de comunes de vivienda, hace algo parecido. Ofrece financiación colaborativa para ayudar a grupos de residentes a comprar proyectos de covivienda, es decir, los desmercantiliza. Después, el proceso continúa con lo que se conoce como «transferencias solidarias», que recauda diez céntimos de euro por metro cuadrado de espacio habitable por residente en sus más de 160 proyectos de covivienda. (Más información sobre Mietshäuser Syndikat en el Capítulo 8)
Artabana, una federación para financiar la atención sanitaria gestionada por la comunidad, con miles de filiales en Suiza, Alemania y Austria, también emplea una estrategia similar. Artabana se organiza en pequeños grupos cuyos miembros se proporcionan seguridad social unos a otros. No hay restricciones en cuanto a la elección de médico, opciones de tratamiento, fármacos o remedios. Los grupos deciden la asistencia mutua de manera conjunta y transparente, así como la asignación de los recursos financieros solidarios a la que cada grupo contribuye. Además, parte del fondo monetario local se destina a un fondo de emergencias dirigido por Artabana International. Normalmente, un grupo puede cubrir los gastos de asistencia sanitaria de sus miembros mediante el método de Aunar y distribuir el dinero. Sin embargo, en el improbable caso de que alguien en el grupo local precise una asistencia médica mucho más cara —por ejemplo, una enfermedad crónica o una operación complicada—, el fondo de emergencias puede proporcionar asistencia adicional. Funciona como una especie de reaseguro dentro del sistema de seguro sanitario gestionado por la comunidad.
Cuando «Jane», de Australia, se enteró de que necesitaba operarse de una afección cardiaca grave, ella y su marido pensaron en usar la hipoteca de su casa para pagar el coste previsto de 35.000 dólares australianos. Pero resultó que su grupo local de Artabana había contactado con una de sus filiales en Alemania y su fondo de emergencias podía cubrir los gastos de la cirugía. «Nos conmovió y sorprendió mucho que el fondo de emergencias de Artabana en Alemania cubriese mis gastos sin conocerme… En menos de una semana ya habían transferido el dinero a nuestra cuenta de Artabana Hobart. Al principio nos costó aceptar tal gesto de unos desconocidos. Nos sentimos abrumados por su generosidad.» Todos los proyectos de Artabana funcionan como fondos federados de financiación para cubrir riesgos y necesidades futuras de gran magnitud.
Recientemente, un movimiento muy dinámico a escala mundial está tratando de reducir la influencia nociva del dinero por medio de divisas creadas y controladas por la comunidad. A menudo se materializan en divisas locales para cubrir necesidades específicas en un área geográfica definida o entre usuarios registrados. Por ejemplo, en barrios extremadamente pobres de Kenia se usa la Bangla Pesa y la Lida Pesa: divisas para la comunidad y controladas por ella, que forman parte del sistema de crédito más amplio Sarafu. Las divisas permiten que los miembros extraigan y recirculen el valor creado dentro de la comunidad para impedir que sea absorbido por la economía externa. Estos sistemas se complementan con el dinero tradicional (fiduciario) y construyen los cimientos para una economía basada en el procomún. El investigador Grzegorz Sobiecki calcula que existen más de seis mil divisas alternativas en todo el mundo.55
Todas estas plataformas y federaciones —Goteo, Terre de Liens, Mietshäuser Syndikat, Artabana, divisas locales— precisan de algún tipo de retribución colectiva. Goteo, por ejemplo, requiere que toda obra financiada tenga una licencia libre o Creative Commons. Así se garantiza que los futuros creadores puedan copiar, compartir y/o modificar tales obras. El principio básico es asegurar que cualquiera que se beneficie del procomún también le aporte algo a cambio. Es más, su misión no consiste solamente en acumular contribuciones monetarias, sino pagar por adelantado beneficios específicos para el disfrute de otros o para la creación de más comunes en el futuro.
Nuevos circuitos financieros publiprocomunes. El Estado favorece el capitalismo de mercado a través de subsidios, privilegios legales y aprobación de monopolios. No existe razón alguna por la que el Estado no pueda también reconocer y apoyar el valor del procomún mediante inversiones, cofinanciación de comunes o herramientas y sistemas financieros creativos. Existen diversas formas para ponerlo en práctica.
Lo más lógico sería que el Estado proporcionase ingente apoyo financiero a proyectos basados en el procomún. De hecho, el Estado ya usa el dinero de los contribuyentes para todo tipo de fines nacionales; ¿por qué no favorecer al procomún cuando este crea un inmenso valor desde dentro? El problema es que la financiación del Estado suele depender de requerimientos y procedimientos burocráticos restrictivos, mientras que todo común necesita espacio y tiempo para experimentar y evolucionar creativamente. Cuando un programa estatal pretende apoyar la práctica del procomún, los comuneros deben ser cautos y sopesar la carga y riesgos procesales antes de involucrarse en una relación de dependencia con la financiación estatal, ya que esta puede desvirtuar fácilmente la integridad de un proyecto, abrir la puerta a influencias políticas externas y probablemente interrumpir la continuidad de esta alianza según cambie el panorama político.
Podemos evitar algunos de los problemas de la financiación directa del Estado si establecemos un sistema reglamentado para aunar recursos, análogo a la cuota fija exigida por el Gobierno para la grabación de música, actuaciones y otros tipos de contenido creativo. La cuota obligatoria evidenciaría cómo las comunidades creativas no mercantiles contribuyen al entretenimiento comercial: ayudan a las compañías a encontrar y reclutar nuevos talentos comerciales y mantienen vivas diversas tradiciones musicales. ¿Por qué los artistas comerciales no retribuyen, de forma indirecta, parte de lo que le deben a las comunidades creativas colaborativas? Si así fuera, el mecanismo financiero de las cuotas obligatorias habría de ser predecible y adaptable, y podría ayudar a grandes colectivos de personas creativas.56
Del mismo modo que las agencias del Gobierno ayudan a los negocios proporcionándoles garantías de préstamos o incluso préstamos financieros, el Estado podría crear programas de financiación para viviendas administradas como un común, Fab labs (acrónimo del inglés Fabrication Laboratory, taller de fabricación digital), producción cosmolocal, telecomunicaciones y otras actividades. El Estado podría exigir que un porcentaje de ingresos fiscales de las pesquerías o de la extracción de madera fuese destinado a un fondo administrado por organizaciones multisectoriales, funcionando a modo de consorcios de tierras comunitarias para gestionar tierras costeras, bosques o reservas naturales. Quizás el esquema de financiación más ambicioso entre Estado y procomún sea el de una renta básica incondicional. Hoy en día, la idea que más empoderaría a los comuneros sería autorizar a las comunidades a decidir cómo usar y compartir su tiempo y talentos.