Aprender a ver el procomún

Generaciones enteras de propaganda sobre la inestabilidad de «los comunes» y la conveniencia de asignar derechos de propiedad a todo han conducido a la raza humana a un lugar muy oscuro. Ahora David Bollier y Silke Helfrich, dos académicos especializados en el procomún, han publicado Libres, dignos, vivos, un volumen que ofrece una crítica de la «Tragedia», casos prácticos de comunes exitosos y un camino hacia un mundo mejor basado en los recursos compartidos y la producción basada en el procomún. -Cory

¿Podríamos dejar a un lado de una vez por todas la tendenciosa «tragedia de los comunes», ese cuento de hadas que ha envenenado las mentes de al menos dos generaciones? La historia exacta sobre los comunes trata de su capacidad para abordar los intrincados problemas de nuestra época: el crecimiento económico derrochador/y su despilfarro/irresponsable, los mercados depredadores, la emergencia climática, la desigualdad brutal, etc. El procomún ofrece formas prácticas de desarrollar sistemas sociales no capitalistas que satisfagan las necesidades y, al mismo tiempo, nos ayuden a reconstruir nuestros ecosistemas y a crear un sentido de pertenencia.

Esta fue una razón clave por la que escribimos Libres, dignos, vivos: el poder subversivo de los comunes. En algún momento, los grandes engaños como la fábula de la «tragedia» arraigan tan profundamente en nuestras vidas que deben confrontarse y desacreditarse. Una forma de llevar esto a cabo es reconocer las realidades sociales y el potencial político de los comunes reales/que ya existen.

Garrett Hardin, el autor del famoso ensayo de 1968 sobre la «tragedia de los bienes comunes», describía en realidad una batalla campal en la que cualquiera puede tomar todo cuanto quiera de un recurso compartido, como por ejemplo una tierra de pastoreo. Sin embargo, un común no implica un régimen de «acceso abierto» a recursos «sin propietario». Es una comunidad autogestionada por personas, con reglas y prácticas para administrar la riqueza. Tiene protocolos de resolución de conflictos y sanciones autodeterminadas para aquellos que infringen las normas.

Hardin describía más bien la «tragedia del mercado», en la que los individuos (y especialmente las empresas) toman de forma rutinaria todo cuanto quieren de nuestra riqueza común, y luego regurgitan los costos y desperdicios no deseados a la comunidad en general y a las generaciones futuras.

Como dos activistas y académicos que han observado decenas de comunes en todo el mundo, escribimos Libros, dignos, vivos para documentar las realidades que hemos visto. Los comunes son omnipresentes, prósperos y están en continua expansión. Desde la vivienda compartida y la agroecología, pasando por las monedas alternativas y los fideicomisos de tierras comunitarias, hasta las pesquerías y la aplicación del código abierto en todos los contextos, los comunes son una forma efectiva de ofrecer un sustento integral y una gobernanza P2P (entre iguales). Se puede decir que son tan antiguos como la humanidad y tan nuevos como la tecnología digital.

Los comunes pueden verse en todas partes porque no son «cosas» como los océanos o la tierra. En cambio, son una forma de pensar y actuar con conciencia social que traspasa las épocas y culturas y que puede utilizarse en ámbitos muy diferentes, desde la agricultura sostenida por la comunidad hasta la programación de programas informáticos y formas cooperativas de desarrollo de medicamentos. Esta versatilidad es la que hace que el procomún sea una poderosa alternativa al sistema de Mercado/Estado que no goza de confianza, no funciona y no logra satisfacer las necesidades de todas las personas.

Para nosotros, el misterio ha sido la relativa falta de interés por las dinámicas internas del procomún. Por descontado, la verdadera pionera fue la gran académica de los comunes, la Profesora Elinor Ostrom, que ganó el Premio Nobel de Economía en el año 2009. Ostrom y su red de colaboradores han iluminado las realidades existentes de innumerables comunidades y pueblos indígenas que cooperan con éxito y dependen de los comunes para administrar los bosques, las tierras de cultivo, las pesquerías, el agua de regadío y otros sistemas naturales. Sin embargo, gran parte de este trabajo refleja el marco de la economía convencional y sus premisas. Se centra en los seres humanos como agentes individuales y supone que las «elecciones racionales» y los «costes de transacción» son las variables decisivas. En nuestras exploraciones, hemos visto/averiguado/constatado que las dinámicas sociales, personales y éticas del procomún son, por lo menos, igual de significativas.

Así que, en nuestro libro, nos propusimos investigar las prácticas sociales de gobernanza y administración P2P que suelen desarrollarse en los comunes. Queríamos saber cómo se establecen los comunes y cómo actúan como sistemas sociales autogestionados y vivos. Esto nos presentó una paradoja, ya que todo común se basa en sus circunstancias únicas en cuanto a su geografía, cultura, historia, clima y tradiciones. ¿Cómo se pueden hacer generalizaciones fiables sobre unos fenómenos tan cambiantes?

Nos dimos cuenta de que la metodología desarrollada por el arquitecto y filósofo Christopher Alexander era bastante útil. Él tuvo la idea de utilizar los «lenguajes de patrones», una forma de identificar grupos de soluciones para problemas más o menos similares, todo ello aplicado al contexto del diseño urbano y la arquitectura.

En un común, por ejemplo, siempre surgen preguntas sobre «quién está dentro y quién está fuera», sobre cómo se deben tomar las decisiones de manera que todas las personas se sientan satisfechas, sobre cómo mantener la cohesión del grupo a lo largo del tiempo y cómo se debe tratar a las personas que infringen las normas. No existe una panacea o una respuesta estándar ante estos problemas recurrentes, pero aplicando una metodología de lenguaje de patrones, hemos identificado más de veinte patrones para describir cómo la vida social, el sustento integral y la gobernanza P2P de los comunes se estructuran en el procomún. El hecho de nombrar estos patrones recurrentes nos permitió hacer generalizaciones útiles sobre los comunes para quienes practican la creación de procomún, es decir, los comuneros, reconociendo al mismo tiempo que cada patrón está profundamente condicionado por factores contextuales únicos.

Nuestro marco, la «Tríada del Procomún», refleja las dimensiones sociales, económicas y políticas de cualquier común. El marco supone un replanteamiento fundacional del concepto de los comunes y descompone muchos términos antiguos y familiares de la economía convencional, porque el lenguaje es importante. En lugar de considerar las cosas como «recursos», por ejemplo, se valoran las tierras de cultivo, el código de software o las bases de datos gestionadas por los comuneros como «riqueza desde los cuidados», es decir, una riqueza compartida que está presente en nuestras identidades culturales y en nuestras vidas emocionales.

La economía convencional ve como algo «racional» el hecho de que alguien tome más de la parte que le corresponde de la riqueza colectiva y desplace los costes no deseados a la naturaleza. Pero esto es algo verdaderamente irracional según nuestra definición de humanidad. Por eso proponemos la idea de «Lógica Ubuntu», un concepto tribal bantú que significa «yo soy porque nosotros somos». Las necesidades individuales y colectivas pueden y deben ser acordes. ¡Eso sí que es racional!

Como todo esto sugiere, el procomún se entiende mejor como una visión del mundo, una ética y un conjunto de prácticas sociales distintas. Ofrece formas diferentes de saber, actuar y estar en el mundo.

Si bien esta idea puede parecer utópica a las personas que se encuentran inmersas en una cultura de mercado caracterizada por un individualismo y una competitividad feroces, la idea d e que un individualismo, una competencia y un crecimiento económico más intensivos resolverán nuestros problemas es la verdadera fantasía utópica. La verdad es muy simple y es que ya se está creando procomún en todas partes, solo que no es culturalmente legible. La creación de procomún no es una utopía (“utopía” significa “no lugar”, «en ninguna parte»), sino que es una «ahoratopía» no reconocida.

Esa es la razón por la que consideramos que los comunes tienen un poder colosal para transformar la sociedad. Ofrecen una política de pertenencia, una economía de suficiencia y una cultura de ayuda y apoyo mutuo. La cuestión esencial es si nos permitiremos ver las abundantes posibilidades que nos ofrecen.

 


David Bollier es director del programa director del programa Reinventing the Commons (Reinventar los comunes) en el Schumacher Center for a New Economics, en Great Barrington, Massachusetts.

Silke Helfrich es una activista y académica independiente sobre los comunes que vive en Neudenau, Alemania. Fue confundadora del Commons Strategies Group y del Commons-Institut.

Fotos de Sven van der Pluijm y Holger Link; Unsplash

Publicado originalmente en la revista BoingBoing, 26 de noviembre de 2019

Traducido por Lara San Mamés y revisado por Silvia López, de Guerrilla Translation